sábado, 29 de diciembre de 2012

Podalirio y Macaón













Bien entrado el siglo XX la mitología grecolatina se convirtió en un socorrido recurso del que de vez en cuando echaba mano el cine para sus grandes producciones. Recuerdo con la nostalgia de un niño de diez años una película de 1981 en el Cine Central de Morón: Furia de Titantes, quizás la última película de un género en declive, con efectos especiales que las nuevas tecnologías dejaron anticuados rápidamente, no hay más que ver que ese año el Oscar se lo llevó todo un clásico: Indiana Jones, en busca del arca perdida.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Milpiés, ciempiés, escolopendras y otras pesadillas del podólogo













Es un hecho comprobado como la propia naturaleza del hombre condiciona especialmente la opinión sobre su entorno. Ocurre con nuestros semejantes, de forma tal, que se discrimina a todo aquel que se aparta de determinados cánones por su condición social o por su aspecto físico. Esta misma percepción se traslada a los animales, ya de por sí morfológicamente distintos, y se hace aún más acuciante en aquellos casos en los que algún elemento estructural dista más de nosotros.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Si el alicante viera



Tomo aire y me sumerjo por un instante en el mundo de la mitología y el folclore popular, para hablar de un animal que no sabría si calificar como real, mitológico o simplemente extinto.

Su nombre puede variar según la zona: alicántara en algunos sitios, saetón en otros, lucero, eslabón… aunque por la zona sur es más común denominarlo alicante. Nombres todos ellos distintos, pero que pertenecen más que probablemente a un único espécimen.

sábado, 20 de octubre de 2012

Monarquía absoluta en el hormiguero



Cuando observamos a los animales, solemos sorprendernos de sus extrañas y singulares costumbres, de sus cualidades atléticas o de su capacidad de supervivencia en ambientes hostiles. Sólo hay una cosa que nos llama aún más la atención, el hecho de que alguno de ellos presente un comportamiento parecido al humano.

sábado, 6 de octubre de 2012

La viuda negra europea


En el verano de 1830, la localidad tarragonesa de Plá se veía asolada por los envenenamientos producidos por las picaduras de arañas. Fue tal la profusión de los dolorosos desencuentros con los arácnidos, que la Academia Real de Medicina y Cirugía de Barcelona se interesó por la anormal situación y creó una comisión para investigar el asunto, enviando a dos de sus miembros a determinar la causa exacta de la epidemia.

El caso es que los dos investigadores elegidos no estaban ni mucho menos versados en conocimientos de aracnología, y antes de partir llevaban ya una idea preconcebida de lo que allí podía pasar, dejando correr su imaginación por la senda de terribles y mortíferas tarántulas. Esta idea estaba a su vez cimentada en una enfermedad muy común por aquella época, el tarantismo, que supuestamente era causada por la picadura de la tarántula (Lycosa tarantula), de la cual ya hablamos en una ocasión por encontrarse también presente en nuestros alrededores, y que, supuestamente, se curaba bailando al son de la tarantela.

sábado, 15 de septiembre de 2012

La canción del verano: grillos

El verano es el momento en el que el mundo de la canción hace, valga la analogía, su agosto. En esta fecha multitud de cantantes, unos con más talento que otros, anuncian de viva voz sus melodías de estribillos pegadizos a los que nuestra mente suele sucumbir irremediablemente.

La causa reside en que el cerebro humano está diseñado para la música, el propio lenguaje es una forma de música, la entonación, el ritmo en la pronunciación, hacen que en realidad se hable de forma melodiosa, de lo contrario pareceríamos auténticos androides. La música incluso fortalece las interconexiones neuronales del cerebro, potenciando la capacidad mental y el aprendizaje, sobre todo en los bebés.

Es cierto, nuestra mente es simple y reacciona a los ritmos iterativos, de hecho muchas de las culturas antiguas utilizaban y aún usan las vibraciones repetitivas para sanar determinados males o entrar en trance.

Pero volviendo a la canción del verano, a estas alturas del año existen una pequeñas criaturas que aguardan impacientes su momento estelar en las noches estivales. Así, cuando llega el momento, los grillos hacen su aparición cual operación triunfo se tratara, no en vano se trata de una verdadera competición entre los machos por conquistar a la hembras. Los insistentes amantes cantan con ardor para enamorar a las féminas, algo habitual en muchos animales, incluido el hombre, o acaso no es lo mismo el lenguaje y las palabras que se utilizan para cautivar a una mujer, en ambos casos podríamos decir que quizás no importe tanto que el “grillo” sea más o menos atractivo, sino lo bien que “cante”. 


Una vez la hembra descubre a su auténtico romeo cantor, la elección ya estará hecha, el resto de grillos solistas seguirá insistiendo, sin embargo deberán buscar ya con otra doncella libre. Aunque, en realidad, más que cantantes son músicos instrumentales, pues el sonido lo producen al frotar un ala con el nervio principal de la otra, como si de un violín se tratara. Lo curioso es que no poseen oídos tal y como nosotros los concebimos, pues sus órganos timpánicos están situados en la base de las tibias. 

El caso es que su repetitivo sonido no sólo es apreciado por las hembras, sino que también resulta un placer es en algunos países. Por ejemplo para los chinos, donde el grillo es considerado animal de buena suerte desde tiempos inmemoriales y se acostumbraba tener uno en casa como mascota dentro de una jaulita a medida. Hubo incluso un emperador de China al que se le conoció como el Emperador Grillo. Durante su reinado este insecto se convirtió en su tributo preferido, por lo que sus súbditos los hacían llegar a miles a palacio a lo largo del año. No logro imaginar el caos acústico que podía ser aquello, miles de grillos compitiendo entre sí por llamar la atención de las hembras, ciertamente el emperador debía tener una alta estima a este insecto, o una sordera de campeonato. La obsesión fue tal que se escribieron tratados sobre como cuidarlos, sobre sus enfermedades y alimentación, etc., además de existir veterinarios especializados en ellos.

Más tarde, los chinos empezaron a entrenar a estas mascotas e inventaron las peleas de grillos, entretenimiento que llegó a adquirir la misma popularidad que el fútbol actual. Pero claro, eso fue hace unos mil años. Hoy en día, a pesar de estar prohibidas, se siguen practicando en los callejones de muchas ciudades entre el clamor de las apuestas. El grillo que se suele utilizar en las mismas es el denominado grillo campestre, el típico grillo de color negro intenso que podemos ver a veces en nuestras calles.

Un grillo campestre (Gryllus campestris)


Al margen del grillo campestre, y, aunque son varias las especies que campean en nuestra región, en el interior de la ciudad sólo se suele ver a otro más: el grillo doméstico (Acheta domestica), más pequeño y de color más claro, que no debemos confundir con la hembra del citado grillo negro, sino que es una especie totalmente distinta.

En cuanto a su modo de vida, hay que decir que los grillos son omnívoros, capaces de comer casi cualquier cosa para alimentarse, lo cual es una ventaja competitiva frente a otros animales. El grillo campestre es más silvestre, gusta más de la naturaleza en la que excava túneles para vivir, el doméstico en cambio se ha habituado a vivir con el hombre y sólo lo hace al aire libre en pleno verano, cuando las temperaturas son altas.
La cola en forma de aguja (oviscapto) para
poner huevos  indica que es una hembra

Por nuestra zona el grillo no tiene un estatus excesivamente elevado, simplemente está ahí, el problema surge cuando se nos cuela alguno en casa. Su sonido se amplifica en el interior de la vivienda y puede resultar un auténtico incordio a la hora de dormir, intentar localizarlo es casi una misión imposible pues puede estar en cualquier pequeña oquedad. Es por ello que quizás hemos olvidado lo relajante que puede ser escuchar su sonido de noche en plena naturaleza, pero para la próxima vez recuerde que, si no puedes vencerlo, relájate y disfruta... si es que puedes.


PD: He dejado para el final el vídeo del grillo que me ha tenido en jaque los últimos seis días dormir hasta que lo he localizado

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sábado, 8 de septiembre de 2012

Asílidos, las moscas asesinas


Jean Bernard Léon Foucault fue un genial parisino de mediados del siglo XIX que abandonó sus estudios de medicina para dedicarse a la física porque no soportaba la visión de la sangre. Una decisión que sería totalmente acertada, ya que obtuvo innumerables avances en dicho campo, baste mencionar que fue él quien determinó la velocidad de la luz en aire y agua, demostró la existencia de las corrientes que llevan su nombre provocadas por campos magnéticos, revolucionó la astronomía con la utilización de espejos en telescopios, midió la distancia al Sol y fue el primero en realizar una foto al astro rey. Un auténtico genio.

 

En su afán investigador, Foucault construyó un dispositivo que le permitía compensar el movimiento de rotación de La Tierra para poder fotografiar con mayor precisión las estrellas. A la postre este artilugio terminó derivando en el conocido Péndulo de Foucault, un ingenio que se movía por sí solo debido a la rotación terrestre y que fue mostrado en una exposición pública frente al príncipe Louis-Napoleón Bonaparte en 1851. ¡Fue la primera demostración palpable de que nuestro planeta giraba en el universo!, por eso lo llamó giroscopio (gyros: rotación / scopio: ver). Aquello fue todo un acontecimiento, acompañado además de una majestuosa espectacularidad, pues el péndulo estaba construido con una bala de cañón de 28 kilos que oscilaba a ras de suelo pendiendo desde una altura de 67 m en el Panteón de París.

 

Réplica del telescopio de Foucault (wikipedia)
El péndulo de Foucault en París (imagen de wikipedia)

 


Elmer Ambrose Sperry
(imagen de wikipedia)

Medio siglo después, el fabricante e inventor americano Sperry se cayó de su litera en una travesía trasatlántica entre Europa y América por mor de una brusca sacudida del navío. Decidido a evitar los sinsabores de aquellos viajes, aplicó el giroscopio a la industria naval, inventando el piloto automático, brújulas más fiables y otros elementos estabilizadores para buques, que permitirían detectar variaciones del movimiento en los mismos para establecer las señales correctoras que rectificasen la posición con suficiente antelación. De ahí a nuestros días el avance en tecnología giroscópica ha sido extraordinario, utilizándose en todos los aviones, barcos, misiles y cualquier vehículo aeronáutico.


 

El giroscopio es pues otro logro ingenieril más del ser humano. Pero con la naturaleza siempre es conveniente tener algo de modestia, nos lleva mucho años de ventaja en muchos aspectos, incluyendo la capacidad de volar, de hecho, fue ella la primera en inventar el primer giroscopio e instalarlo a lomos de un ser vivo.

 

El giroscopio de Sperry (imagen de wikipedia)

Y respecto a experiencia aérea, sin lugar a dudas los insectos se llevan la palma, ellos fueron los primeros en surcar los aires en nuestro planeta, con una estructura motriz de sus alas que casi no ha sufrido modificaciones hasta la fecha. No obstante, un grupo de ellos se separó evolutivamente de los demás, los dípteros, palabra que significa dos alas, ya que el resto de insectos voladores presenta siempre cuatro alas. El proceso evolutivo consistió en quedarse con sólo dos alas, algo que no supuso una desventaja como podría parecer, porque las otras dos se atrofiaron hasta convertirse en unos pequeños órganos llamados balancines o halterios, que, a colación de la referencia histórica precedente, funcionan precisamente como… giróscopos.

 

Estos nuevos elementos han conferido a los dípteros una magnífica capacidad de vuelo, encontrándose entre los mejores voladores del mundo animal, capaces de realizar innumerables maniobras hacia delante y atrás o permanecer inmóviles en el aire mientras baten su par de alas hasta 1000 veces por segundo.

 

Moscas, mosquitos y tábanos son los integrantes de la gran familia díptera, no obstante, entre sus incontables miembros cabe destacar la singularidad de unas moscas que, por su dieta culinaria y forma de conseguir el sustento diario, han recibido el sobrenombre de asesinas. Ver cazar a los asílidos, nombre científico de estas moscas “insecticidas”, resulta sorprendente por la alta eficacia de los mismos: las moscas asesinas esperan agazapadas en cualquier rincón soleado, atentas con sus grandes ojos que les permiten apreciar claramente el movimiento a su alrededor, aunque no los detalles. Cuando cualquier cosa se mueve en su perímetro de caza, inmediatamente se establece una persecución endiablada por el aire, en la que puede que se incluyan amagos y quiebros desesperados de la víctima, aunque muchas veces ni siquiera hay tiempo de eso, ya que las moscas asesinas se aprovechan de sus giroscopios para maniobrar con mayor agilidad. Así pues, una vez fijado el objetivo será difícil que la mosca falle, el incauto intruso será alcanzado en sólo 2 o 3 segundos y capturado en pleno vuelo, la colisión y resultado final se asemejaría a la de una huida de uno de nosotros frente a un león en plena carrera.

 

Dioctria baumhaueri con una avispa

 

Tienen además unas largas patas espinosas que les permiten sujetar firmemente a la presa en ese primer instante de tensión, pero inmediatamente la apuñalan con su trompa sin piedad, paralizándola al  inyectar las toxinas de sus jugos digestivos. La parálisis es muy rápida, lo que permite que se atrevan con animales de mayor tamaño como las libélulas y grandes mariposas, u otros más peligrosos, como avispas, abejas y abejorros, además todo tipo de insectos y como no, otras especies de asílidos, estos bichos no desechan ninguna presa. Seguidamente se posan en cualquier sitio y absorben sus fluidos.

 

Philonicus albiceps apareándose

 

Las moscas asesinas son de muy variado tamaño, estando las más grandes de nuestro entorno en torno a los 3 cm, siendo normalmente de colores parduscos o negros. El verano es su época de apogeo y durante el otoño se aparean y depositan sus larvas en el suelo hasta la primavera siguiente, donde volverá a vérseles realizar sus espectaculares capturas aéreas. Una observación que cada día es más habitual en el ámbito científico, cuyo propósito no es otro que comprender la mecánica y aerodinámica del vuelo de los insectos con objeto de aprender de ellos, no en vano fueron los auténticos pioneros de la aviación. Por lo que, esta vez, quizás no haya que esperar a que otro par de genios se pongan de acuerdo o se caigan de una litera para encontrar un avance tecnológico para la humanidad.

 

Los balancines blancos del costado son los "giróscopos"

 


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sábado, 25 de agosto de 2012

"Gladiator", el solífugo hambriento


La pasada semana capturé a una bestia en miniatura, un animal feo donde los haya, quizás el menos agraciado que haya visto nunca.

Se trata de un solífugo, cuyo nombre significa “que huye del sol”, en un arácnido de ocho patas, de hecho se le llama también araña camello, pero no es una araña.

El minúsculo solífugo o araña camello que he capturado

Insisto en que es una bestia nocturna porque es un tipo agresivo donde los haya, temible en la micropradera pues puede comerse a todo aquel pequeño animal con el que se encuentre.

Así que, cual científico loco del estilo del Dr. Frankenstein, me he propuesto criar y engordar a esta criatura de la noche, antes de volverla a soltar en el campo. Ahora es sólo un bebé monstruo de 5 mm, que crecerá hasta los 3 ó 4 cm, incrementando al tiempo la visibilidad de su horripilante aspecto.

Por el momento, sus actuaciones en el miniterrario no han defraudado. Ya que ha acabado con hormigas rubias, moscas, pequeños escarabajillos, una araña y lepismas 3 o 4 veces más grandes que él (un pequeño animal que suele habitar en casa, conocido también como pececillo de plata).

Aunque, en mi exceso de celo en este macabro espectáculo de lucha alimenticia, y ante la falta de otros pequeños animales visibles que está provocando la ola de calor de días atrás, eché a la arena del particular circo de gladiadores en que se ha convertido el tarro de cristal, un grupo de 6 o 7 hormigas argentinas para satisfacer su frenético apetito. “Gladiador”, salió triunfante de nuevo, aunque no ileso del todo, pues ha perdido una pata en uno de los envites.

Espero que el experimento no se me desmadre y termine en desastre cual película de terror. En cualquier, caso haré el correspondiente artículo, con un enfoque no sé si menos... novelero.


Nota: aquí tenéis el artículo con más información un año más tarde

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miércoles, 8 de agosto de 2012

La hormiga león


Rubio, Tuco y Sentencia, son los protagonistas de la película más representativa del género cinematográfico de los años 60 y 70 denominado spaghetti westerns. Personajes quizás más conocidos por los nombres que a su vez daban título al magnífico film: El bueno, el feo y el malo.

A pesar de los casi 50 años que hace ya del rodaje de la película, no puedo dejar de verla cada vez que la reponen en televisión, quedando entusiasmado con la genial interpretación de cada uno de sus protagonistas: un bueno no tan bueno, un feo que el actor Eli Wallach borda en su interpretación y un malo no más depravado que los otros dos. De igual forma, no puedo evitar que me vengan a la cabeza estas tres facetas interpretativas encarnadas en un mismo animal, rememorando a alguno de los personajes cada vez que me topo con dicho insecto en mis excursiones campestres.

domingo, 5 de agosto de 2012

Culebras de tierra y agua

Animado al recordar mi último artículo sobre las serpientes, hoy ha tocado excursión en busca de culebras de agua.

En otras ocasiones las he hallado con cierta facilidad en los arroyos, aunque esta vez, el exceso de temperatura y la sequedad del cauce en la mayoría de los tramos no parecía los más adecuado para hallarlas.

Una antigua foto de mi objetivo de hoy

De hecho en algunas charcas se agolpaban los animales forjando extrañas “amistades” temporales en el aquel diminuto espacio.
Rana y cangrejo de río haciéndose un hueco en la charca

Únicamente los asustadizos galápagos parecían disfrutar de la situación, agolpándose en la orilla sin dar tregua a una foto cercana.

Estos galápagos tendrían unos 25 cm de largo

Como ha sido imposible encontrar a una serpiente de agua, las he buscado por tierra, y al menos he localizado tres mudas, alguna de considerable tamaño, es posible que de una culebra bastarda.
Un trozo de piel de serpiente

No son las más grandes que he visto, ni mucho menos, pero el lugar era más que propicio para un futuro encuentro. Lo dejaré pendiente entre mis objetivos.

Esto son dos metros de piel de culebra

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jueves, 2 de agosto de 2012

Serpientes en el Edén

Génesis 3,1 «La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que había hecho Yavé Dios. Fue y dijo a la mujer: ¿Es cierto que Dios les ha dicho: No coman de ninguno de los árboles del jardín?»

Tras una breve conversación con Eva, la serpiente terminó esgrimiendo algún que otro argumento convincente que incitó a comer la fruta prohibida: Génesis 3,5 «Lo que pasa es que Dios sabe que en el momento en que comáis se abrirán vuestros ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal.»

Y la supuesta manzana fue probada, aunque a decir verdad en la Biblia no se menciona en ningún momento que esa fuese la deseada fruta. A partir de ahí, como decía un humorista nazareno, hay que ver la que se ha liado por un vulgar pero. Aunque no fuimos los únicos damnificados por el incidente gastronómico, la serpiente también se llevó su particular rapapolvo:

lunes, 23 de julio de 2012

En busca del nido perdido (Búho Real III)



Cuando hace unos meses escogí el búho como objetivo de mis artículos, no sabía a donde me llevaría el devenir lingüístico del escrito ni mucho menos el aspecto vivencial con el que intento acompañar cada relato. En esa ocasión puedo decir que lo segundo parece haber superado cualquier expectativa, y no sé si estaré a la altura de la experiencia ahora que lo traslado al “papel”.

jueves, 5 de julio de 2012

Tarántulas, las lobas de Tarento


En el sur de Italia, el país conforma de bota, existe una ciudad llamada Tarento emplazada justo donde comienzala parte interna del equivalente geográfico del tacón.

En esta región eran abundantes unas arañas de aceptable tamaño que, por analogía con la ciudad, fueron bautizadas con el nombre de tarántulas. Fue en la época medieval cuando las historias de picaduras de estos animales se convirtieron en el pan de cada día. Esta circunstancia es comprensible, dado que la población campesina era bastante numerosa por entonces y las labores agrícolas exigían un contacto muy directo con el entorno natural, además se trabajaba de sol a sol y se dormía en lugares fácilmente accesibles para cualquier animal del campo.

Estas fotos en modo macro hube de hacerlas a apenas unos centímetros

El tarantismo era pues una dolencia muy común y el enfermo padecía taquicardias, náuseas y otros dolorosos estados clínicos. Pronto surgió la leyenda, y los habitantes de Tarento hacían bailar a los afectados una impetuosa danza con la que se suponía que se expulsaba el veneno mediante la sudoración: el baile se denominó la tarantela. Evidentemente nada de esto era cierto, y el baile sólo servía para que los pobres afectados sufriesen aún más extenuados por tanto salto alocado. Pero las raíces de la superstición suelen ser muy profundas en la mente del hombre y esta práctica se extendió por otras zonas, de hecho en 1875 la Facultad de Medicina de España todavía recomendaba como remedio esta práctica musical.

En realidad la mayoría de las picaduras eran provocadas por una araña de peor reputación pero más pequeña y difícil de detectar; la viuda negra en su versión mediterránea, ya que lastarántulas “sólo” provocan, salvo sobreinfección, necrosis e inflamación en la epidermis y, por supuesto, un punzante dolor cuando te clavan sus quelíceros.

Cuando los descubridores de América se toparon con las grandes y peludas arañas del nuevo mundo, inmediatamente las llamaron tarántulas, recordando a los arácnidos italianos, y esa denominación ha perdurado hasta hoy en día. En cambio, las verdaderas tarántulas, que tanto juego dieron a los músicos italianos, pertenecen a la familia que actualmente recibe el nombre de arañas lobo. Así pues, las auténticas tarántulas no son las que conocemos hoy día, sino las de la leyenda italiana, cuyo nombre científico es Lycosa tarantula. Lycosa proviene del griego lycos, que significa lobo, apelativo que no implica su metamorfosis a la luz de la luna en el terrible cánido, aunque sus hábitos sí son mayoritariamente nocturnos. Ni quiere decir que cacen en manadas, pero sí se caracterizan por perseguir a sus presas como los lobos en lugar de construir telas de araña. Es obvio que el apellido obedece a su origen italiano, pues en dicho idioma la e de Tarento se escribe con a (Taranto), aunque a decir verdad también he visto el "apellido" científico con e.

Estas “lobas” viven en agujeros excavados en el suelo y campean por las regiones cálidas de Europa, incluida Andalucía, demostrando una capacidad de ataque sorprendente gracias al desarrollo de su visión. Como muchas otras arañas poseen 8 ojos, algo que asustaría al más resuelto de los oftalmólogos, pero hay varios aspectos que las diferencian de otras primas más cegatas.

En primer lugar, la disposición ocular les permite tener un campo visual casi total, incluida la espalda: 4 de ellos tienen un tamaño relativamente más grande que en la mayoría de las arañas y controlan la parte delantera y la lateral trasera. Los otros 4, más pequeños, se sitúan en una primera fila delantera, de ellos, los 2 laterales enfocados hacia el suelo, donde se mueven la mayoría de sus presas.

Lycosa tarantula detalle de los ojos delanteros
(4 pequeños más 2 grandes) y parcialmente los 2 traseros
Los hasta ahora mencionados 6 ojos (los 4 grandes y 2 pequeños laterales) están adaptados a la vida en la noche, poseen lo que se denomina visión indirecta, una especie de gafas de visión nocturna que les permite orientarse con muy poca luz y cazar tanto de noche como de día. Una vez detectada la víctima, ésta es enfocada con los 2 pequeños ojos centrales, que son los únicos con cierta capacidad de moverse y con una visión de carácter directo, que es más nítida que la indirecta. Con ellos puede perseguir a su presa y se abalanza sobre ella, su fuerza y tamaño relativamente grande hacen el resto, ya que miden unos 3,5 cm entre abdomen y cefalotórax, con un diámetro en torno a los 5 cm o más si consideramos sus patas.
Otro aspecto curioso de estos arácnidos son sus costumbres reproductoras, empezando por el cortejo de los machos, que se efectúa con toda clase de rimbombantes bailes rítmicos. Cada especie tiene una coreografía exclusiva, y la hembra aceptará al macho si le ha gustado el espectáculo. Consumada la cópula y llegado el momento de la puesta, las hembras depositan los huevos en un saco un saco de telaraña que llevan consigo hasta que eclosionan las crías. Las pequeñas arañas, lejos de quedar desamparadas, continúan un periodo a lomos de su madre, del que bajan y suben sólo para alimentarse. Al final, el regazo materno es abandonado por etapas, aproximadamente la mitad de las crías lo hacen antes del invierno y las restantes siguen en el nido hasta que llega la primavera. De esta forma, en lugar de jugárselo todo a una carta, la tarántula juega una doble baza temporal para asegurar su descendencia. Pese a lo terrible que puedan parecer, estas arañas son auténticas madrazas.
Lycosa tarantula en la que se pueden apreciar las crías en su espalda
Poco es el contacto que tenemos hoy con estas arañas, sus habituales costumbres nocturnas y la vida urbanita que llevamos las han convertido en unas auténticas desconocidas. No obstante, todavía se puede escuchar a algún paisano de Morón llamarlas tarántulas, y aunque nos extrañe escuchar este nombre por estas latitudes, estará haciendo honor sin saberlo al verdadero origen de estos velludos mitos del terror. Publicado en Morón en marzo de 2006 Licencia Creative Commons Las lobas de Tarento por Kamereon se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported. Basada en una obra en www.almabiologica.com.

domingo, 24 de junio de 2012

El futuro insecto palo

La reproducción es una característica biológica común de todos los seres vivos conocidos que permite a éstos seguir perpetuándose. En este aspecto cada especie ha elegido su propia táctica, muchas de ellas, la humana sin ir más lejos, ha optado por la reproducción sexual. Sin entrar en cuestiones de naturaleza más frívola, esta decisión presenta sus ventajas e inconvenientes. Como principal elemento ventajoso se encuentra el hecho de potenciar la variación genética de la especie y su evolución, ya que los descendientes contienen una mezcla de los genes de sus progenitores.

El mayor contratiempo no es otro que un gran desgaste de los individuos por la necesidad de encontrar  una pareja, algo que está sujeto también a la proporción de individuos de ambos sexos en cada especie. En el caso del ser humano siempre me ha llamado la atención la leyenda urbana que dice que hay más mujeres que hombres. Esto en realidad es sólo una verdad a medias, pues en la población mundial existe aproximadamente un 1% más de hombres que de mujeres. A priori, estadísticamente uno de cada cien hombres se queda sin pareja, pero para alivio de algunos he de decir que en estado adulto el número de mujeres es un 4% mayor, por eso sólo hay algo de cierto en que el número de mujeres es mayor. Simplemente ellas viven más que nosotros y además tienen una mejor salud. Como dato significativo que corrobora lo anterior, cabe mencionar que en España nacen cada año unos 15.000 hombres más que mujeres. ¿Dónde están? se preguntarían algunas compañeras mías. No obstante, en el caso particular de la provincia de Sevilla el número de mujeres es un 2% superior al de hombres, a lo cual, otros a los que conozco, replicarían exactamente lo mismo que las anteriores. Creo realmente que lo único que separa a unos de otros es nuestro propio nivel de exigencia, el creer a veces que nos merecemos algo mejor y el miedo al compromiso.

Aunque las diferencias poblacionales entre ambos sexos no son significativas, lo cierto es que la natalidad española no pasa precisamente por su mejor época, de hecho nos encontramos a la cola del mundo en este aspecto. No me voy a extender en las causas que hacen que nuestro país esté abocado a convertirse en un país de “viejos” dentro de unas décadas, pero las dificultades económicas, la mencionada falta de compromiso o el cambio de mentalidad en las personas, buscando más su desarrollo personal, hacen que el instinto paternal y maternal quede en un rincón temporal al que cada vez se hace más difícil arribar en la fecha adecuada.

Los animales tampoco están exentos de inconvenientes similares, aunque en este caso los problemas son de otra índole: encontrar a tu pareja en una vastísima extensión, que no se te coman por el camino, que cuando llegues no esté con otro-a, o si te descuidas, que se te coma tu posible cónyuge. Ante tantos inconvenientes, las hembras de algunos animales han optado por atajar de raíz la cuestión: si el mercado masculino está bajo mínimos... apañémonos solas. Entre otros, esta radical decisión fue tomada hace millones de años por los denominados insectos palo, y desde entonces sus hembras tienen la capacidad de perpetuar la especie por sí mismas.

El proceso que siguen para ello se denomina partenogénesis, las hembras de insectos palo son capaces de generar huevos fértiles de manera asexual, pero al no haber mezcla de genes, los individuos que nacen de los mismos son idénticos a su madre, en realidad la hembra lo que hace es clonarse a sí misma. Esto conlleva que la evolución de la especie sea muy lenta. Para evitar esto, también han buscado una solución: cada 40 generaciones aparece un grupo de machos de forma que los genes se entremezclan, posibilitando el proceso evolutivo. Los machos son pues extraordinariamente escasos, de hecho en algunas especies de insectos palo aún no han sido localizados.

Otras de las características fundamentales de estos bichitos es que constituyen un grupo experto en camuflaje, de hecho pertenecen al orden de los insectos llamados fásmidos, palabra que proviene del latín phasma y que significa fantasma, designados así por su capacidad de ocultarse y presentarse como una aparición ante nuestros ojos. Para contribuir al disfraz adoptan además una adecuada postura corporal que, asociada a su escasa movilidad, los hace casi imperceptibles.


Por nuestra zona se pasean tres variedades de especies que se asemejan a ramitas verdes o marrones, pero en otras zonas del mundo las hay que parecen auténticas hojas o incluso flores, todas ellas siempre de carácter vegetariano. La obsesión por el camuflaje la trasladan incluso a sus huevos, que se asemejan a semillas y que a veces ni se molestan en ocultar, dejándolos caer al suelo en la puesta desde donde se encuentren. Tres o cuatro meses después, en las incomestibles semillas se abre una especie de trampilla por la que sale un nuevo clon.

Los insectos palo han evolucionado de forma muy curiosa, inicialmente tenían alas pero las perdieron debido a su modo de vida, era más fácil ocultarse sin ellas. Sin embargo, se ha comprobado cómo algunas especies volvieron a recuperarlas después. Esto que parece un hecho más sin importancia, constituye el primer ejemplo de cómo unos órganos complejos que se perdieron, pueden ser recuperados mucho más tarde en el linaje evolutivo. Una demostración de que la genética tiene memoria interna, aunque las alas no se encontrasen físicamente allí.


El futuro artificial del hombre: esperma microinyectado en ovocito

La evolución tiene estas cosas, y ya hemos visto cómo los fásmidos han sido capaces de adaptarse a cada situación e incluso relegar a los machos a un papel más que secundario. Al ritmo que vamos no me  extrañaría que la población femenina tomara un día una decisión parecida, recordemos: ellas son más longevas, más saludables y, si quisieran, más independientes, mientras que por nuestra parte los índices de infertilidad son cada vez más altos, estamos además genéticamente diseñados para ser infieles y el día del “orgullo” gay crece año a año. Así que, por si acaso, cuidémoslas un poco más, o nos convertiremos en auténticos y solitarios machos de insecto palo.

Existe un vulgar dicho que dice así: "Todos los hombres hemos ganado
una gran carrera en la que participaron millones y sólo nosotros fuimos
el campeón". Puede que dentro de unos años esa carrera ya ni se dispute
 




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domingo, 17 de junio de 2012

Empusa, la mantis vampiresa



En 1897, Bram Stoker, un humilde escritor irlandés, realizó la que es actualmente una de las obras literarias más leídas de la historia de la humanidad: Drácula.

Stoker, influenciado por las historias de miedo que su madre le contaba de pequeño, eligió como protagonista de su relato a un personaje real del siglo XV: Vlad Draculea, un despiadado y sanguinario príncipe rumano que practicaba una extrema crueldad tanto con sus enemigos como con cualquier otro que le importunara. No obstante, pese a lo macabro de sus actos, Vlad nunca fue un vampiro, una licencia permisible en toda novela de ficción que se tomó Stoker, máxime cuando éste concibió su obra maestra después de toda una noche de alucinaciones provocadas por una indigestión de cangrejos.

Desde entonces, la concepción de los vampiros ha estado influenciada por la citada novela y su traslación al mundo del celuloide. Pero Stoker no sacó el vampirismo sólo de unos crustáceos mal digeridos, pues la existencia de “chupasangres” ha estado presente prácticamente en las leyendas de todas las culturas: en Mesopotamia se invocaba a los dioses para protegerse de los Utuhu y los Maskin, seres similares a los vampiros. En el antiguo Egipto y la India eran algunos de los propios dioses los que practicaban el vampirismo, Srun y Kali Ma (famosa en “El templo maldito” de Indiana Jones). En la América precolombina todas las civilizaciones tenían su propio ser de ultratumba, Pihuychen, Civatateo o Camazotz hacían de las suyas con la hemoglobina. Y así con otras muchas más civilizaciones.

En Europa las leyendas de los “adictos” al plasma sanguíneo tuvieron su auge en determinadas épocas del medievo, volviendo a resurgir siglos más tarde, aunque mucho antes, y como suele ser habitual, la mitología griega tenía también reservado su monstruo particular en este apartado: Empusa era un espeluznante ser de la antigua Grecia que tenía la capacidad de transformarse en distintos animales o bestias según su conveniencia, un supuesto poder que nuestro irlandés copió para trasladarlo a los vampiros modernos.

También era capaz de mostrarse bajo la forma de una bellísima mujer de ojos verdes con delicadas y atractivas formas. Otro elemento que la cultura vampírica moderna también ha replicado, pues cada vez que hay una vampiresa en una película se presenta como una mujer tremendamente atractiva e incluso sensual y atrayente, por la que cualquiera se dejaría morder. Dejando al margen el buen gusto de Drácula a la hora de escoger pareja, ésta es una facultad que al parecer las vampiresas explotan para atraer a sus víctimas. La propia Empusa gustaba de pasearse en las noches de luna llena enamorando a los jóvenes a los que bebía la sangre. Aunque cuando se transformaba en doncella lo hacía con una deficiencia, pues una de sus piernas era de bronce. Un complejo estético que chafaba sus planes cada dos por tres y de la cual era objeto de burla.
La clásica imagen de Vlad Tepes o Draculea
 (retrato de 1560). Prometo poner otra si
alguna vez  fotografío a un vampiro

Aunque siempre hay algo en lo que se fundamenta toda leyenda, empiezo a dudar de la existencia de tanto ser fantástico. Además es matemáticamente imposible, ya que, atendiendo a la norma de que todo el que es mordido se convierte en uno y que cada uno debe alimentarse al menos una vez al mes, los vampiros se duplicarían mensualmente y bastaría uno sólo de ellos para convertir en “no muertos” a toda la población mundial en menos de tres años (6.500 millones de personas, hagan la cuenta), es decir, ahora mismo no existiríamos. O simplemente esas no son las reglas vampíricas y he dejar el correspondiente hueco al mundo sobrenatural.

Empusa seguiría dando que hablar en siglos venideros, aunque por motivos bien distintos. En 1815, el naturalista sueco Carl Peter Thumber, descubrió al animal que nos ocupa hoy, un insecto perteneciente a la familia de las mantis, y al ver su rostro, no pudo más que pensar en el citado monstruo griego. Si a eso unimos que otras especies de mantis tienen por costumbre devorar esporádicamente a los machos amantes, la asociación de nombres venía como anillo al dedo.

Empusa pennata camuflada en la hierba seca

La Empusa pennata es una mantis muy abundante en las regiones cálidas de Europa, principalmente en España y Portugal. Es conocida también como mantis palo por su capacidad de mimetizarse con el ramaje y matorrales, presentando además en el abdomen extensiones o lóbulos que simulan hojas, efecto que puede apreciarse en una de las fotos adjuntas y que las hace muy difíciles de localizar. En su colorido suelen aparecer los tonos parduscos, aunque también se pueden apreciar los verdes e incluso los rosados.

Los machos de mantis presentan una especie de antenas "plumosas"

Su forma de vida es similar a la de la mantis religiosa, aunque en este caso su menor corpulencia las limita a presas de menor tamaño, sin embargo tiene mayores facultades voladoras, algo que Thumber dejó patente en el apellido de la misma, pues pennata significa eso mismo.

Su objetivo como en todo animal se centra en la procreación, es en ese momento cumbre donde la mayoría de las especies de mantis se comportan de manera peculiar una vez acabado el acto. Pero pese a la reputación que le confiere su nombre, la hembra de esta mantis no suele acabar de motu propio con su pareja salvo raras excepciones.

El problema realmente reside en los machos, que una vez cumplido el propósito de perpetuar sus genes y para completar la analogía esotérica de éste artículo, se lanzan a los brazos de su amada casi implorando un “muérdeme”, emulando así el éxtasis vampírico que exhiben las víctimas femeninas en toda película vampiresca que se precie. En realidad no es una mera cuestión de atracción, sino que el futuro padre ya vela ya desde ese momento por el estado de su incipiente progenie. Los machos simplemente se consideran a sí mismos como la fuente de proteínas más cercana para su mujer embarazada, y, a sabiendas de que nunca llegarían a conocer a su prole, llevarán al extremo aquello de dar la vida por sus hijos.


Publicado en Morón de la Frontera en octubre de 2008

Licencia Creative Commons 
Empusa, la vampiresa por Kamereon se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported. Basada en una obra en www.almabiologica.com.

jueves, 7 de junio de 2012

La okonomiselva de Amami


Aunque habitualmente me dedico a escribir sobre la biodiversidad de nuestro entorno cercano, por una vez, y sin atreverme a afirmar “sin que sirva de precedente”, me veo abocado a escribir sobre una zona un tanto más lejana.

Este pequeño impás no obedece más que a la necesidad de contar las cosas que nos aborda a todos cuando hemos experimentado alguna vivencia novedosa. Así que, haciendo gala del citado egoísmo narrativo, me referiré a un reciente viaje que he efectuado al otro extremo del mundo junto a otros 7 “aventureros” más, en concreto a una pequeña isla japonesa a unos 12.500 km de España: Amami Oshima.

La verdad es que podría rellenar páginas sobre la variedad biológica, cultural o gastronómica del lugar, pero intentaré centrarme en el objetivo habitual del artículo dejando a un lado la eclosión de sabores acontecida en mi paladar. En el aspecto biológico podría destacar un sin fin de cosas: desde el conejo ryukyu, un prehistórico roedor negro que en sus escapadas tapona la madriguera con tierra para salvaguardar a sus crías y que nunca llegué a ver, cabras que viven en acantilados sobre el mar, un pollo autóctono del cual vi, en pinchitos, todas las partes posibles y un sin fin de especies vegetales en una selva que era una desordenada mezcla de helechos gigantes, palmeras, abetos, manglares y otras muchas especies.

No obstante, si ha habido un entorno por excelencia en el viaje, éste ha sido el marino. Dentro del mismo el evento más impactante no fue otro que el snorkeling, bien sea por la novedad, espectacularidad o porque alguno que otro no aguantó el tipo y otorgó a los peces un improvisado almuerzo gástrico. Basta decir que el primer animal que divisé no fue otro que una serpiente de mar, que para los neófitos diré que se trata del segundo animal más venenoso de nuestro planeta, con un veneno 100 veces más potente que el de la peor de las serpientes terrestres. Afortunadamente no suelen atacar y demostró tener más miedo que otra cosa, emprendiendo una rápida huida hacia el fondo marino. A partir de ahí se abrió otra impresionante selva subacuática con peces tropicales de todo tipo, en la que también hubo tiempo para un fugaz encuentro con un banco de las siempre peligrosas barracudas.

En el centro, la serpiente de mar fotografiada con mi cámara

Por otra parte, acostumbrados como estamos a los cuatro cangrejos y mejillones que aún soportan la embestida de contaminación en el Mediterráneo, las jornadas playeras en el Pacífico no podían ofrecer otra cosa que nuevos hallazgos singulares, de los cuales hice acopio temporal hasta satisfacer mi curiosidad. Eso sí, se ve que hay costumbres universales y no faltó la abuela japonesa con rastrillo recolectando algo parecido a berberechos. Rememorando todos aquellos momentos, la insistencia del único componente japonés del grupo en saber si cada bicho en cuestión era comestible, me ha llevado a postular la siguiente hipótesis:

Si bien en el entorno de mi familia, conocida antaño en Morón como “los saluitos”, hay una máxima: “Cuando se va al campo siempre hay que traerse algo: si no hay espárragos... tagarninas, o alcauciles, leña, da igual, lo que sea...”. Yo diría que todo japonés tiene otra: “Todo bicho viviente, ya sea animal, vegetal u hongo, es susceptible de ser comido”.

En verdad, la diversidad culinaria no tiene fronteras en este país y estoy convencido de que, a poco que “algo” cae en manos de un japonés, éste ya está pensando si aquello se come y cómo cocinarlo. ¿Cómo si no han podido llegar a cocinar el venenoso pez globo o fugu?, cuya peligrosidad en la preparación depende de lo bien o mal en que se corte su carne. Lo cual me hace pensar en cómo llegaron a descubrir este aspecto los primeros comensales que hicieron la degustación.

Es por ello que no me sorprendió ver en las cartas de comida a un animal que siempre me ha parecido curioso y del cual ya había encontrado restos en la playa. Se trata de los caracoles cono marinos, muy apreciados entre los coleccionistas de conchas por sus llamativos colores y diseños, pero igualmente peligrosos por su potente veneno.

En este caso la cuestión no es que su carne sea más o menos tóxica, sino de que este el caracol puede atacarnos cuando se ve amenazado. Es cierto, un caracol que ataca y que además es carnívoro. El caracol utiliza el veneno esencialmente para paralizar y atrapar a sus presas (peces, caracoles y otros animales marinos) a las cuales detecta químicamente, inyectando el mismo con una especie de dardo que funciona igual que un arpón a la hora de cobrar su captura.

Conos de Amami

Las costumbres del cono son nocturnas, por lo que los incidentes suelen ser muy esporádicos. No obstante, siempre hay que tener cuidado a la hora de remover la arena o mirar bajo las piedras en el agua, y aún más cuando por curiosidad o coleccionismo decidimos recogerlo, pues su pequeño arpón es capaz incluso de atravesar el neopreno. Además no da lugar a reaccionar, pues el disparo se produce en sólo un milisegundo, lo cual constituye el movimiento más rápido que se conoce en cualquier ser vivo, una curiosa antítesis al tratarse de un caracol. A partir de ahí se siente un dolor agudo inicial, que da paso a parálisis muscular progresiva que puede desembocar en la muerte en un lapso de 2 a 6 horas.

No obstante, no todos los conos son mortales para el hombre, siendo las características y potencialidad del veneno variantes según la especie, de hecho hay una pequeña especie mediterránea que es totalmente inocua para el hombre. Por otra parte se ha comprobado que estos caracoles optimizan progresivamente su veneno, pues los genes que codifican el mismo mutan genéticamente a una velocidad 5 veces superior a los de cualquier animal superior.

Cada especie de cono tienen un veneno distinto que puede tener unas 100 sustancias activas distintas, muchas más que el de las serpientes u otras especies venenosas, lo cual lo hace muy interesante desde el punto de vista farmacológico. Es por ello que, actualmente, uno de los primeros objetivos de investigación de la industria farmacéutica se centra en las toxinas de los conos, habiéndose conseguido ya sintetizar un analgésico mil veces más efectivo que la morfina, con el valor añadido de no generar adicción. Aún quedan por analizar miles de compuestos en estos venenos, por lo que enfermedades como el Alzheimer, el Parkinson o la epilepsia entre otras, ya han depositado sus esperanzas en estos caracoles.

En mi caso particular no quise provocar ningún tipo de arriesgado experimento y sólo me dedique a recolectar conchas de conos vacías en la playa, así como de alguna que otra especie de trochus, otro tipo de caracol marino de forma cónica. Ni que decir tiene que muchos de estos animales están en peligro de extinción y que el tráfico de conchas está penado, las conchas de alguna especie concreta de cono pueden valer incluso hasta 1000 €,  por lo que antes de salir de la isla convenía informarse debidamente, y salvo por una extraña raíz de patata autóctona no había problemas en sacar los pequeños trofeos de aquel lugar.

Las conchas salpican actualmente distintas zonas de mi casa como recuerdos del viaje, pero las sorpresas de Amami no habían acabado aún: una semana después de llegar a España y mientras me cepillaba los dientes, una de las conchas adquiridas comenzó a moverse por el filo del lavabo. Al poco salieron unas grandes patas peludas de su interior, propiedad de un enorme cangrejo ermitaño que hasta entonces había sido totalmente imperceptible. Lo mismo ocurrió con las mismas conchas de otros compañeros, y al parecer estuvieron deambulando por el suelo unos días alimentándose de dios sabe qué.

Ermitaño sobre un trochus
 
El bicho en cuestión había soportado en una bolsa de plástico un  regreso de casi 24 horas de duración y miles de kilómetros en la bodega del avión, y más tarde las temperaturas en el maletero de un coche al sol ligero durante todo un día, esquivando por los pelos la erupción pocos días después del famoso volcán islandés. No es de extrañar que estuviera exhausto y finalmente saliera de la concha para fenecer. El jetlag pudo finalmente con él, como casi lo hace conmigo por cansancio y fatiga corporal, única pega que tiene el realizar este espectacular viaje al país del sol  naciente del cual llevo ya dos ediciones.


Publicado en Morón de la Frontera en mayo del 2010

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