La búsqueda de poder y el posicionamiento social son características inherentes a nuestra forma de vida e idiosincrasia humana. Hoy en día todos buscamos realizarnos socialmente y crecer o avanzar posiciones en el estatus general que ocupamos.
La verdad es que, llegados a un punto, cuando alguien se apoltrona en un púlpito de poder, no hay quien lo eche de allí ni con agua hirviendo. Por pequeño que sea el cargo, en lugar de renovarse, todos tratamos de perpetuarnos y, si es posible, buscar un hueco a nuestros allegados.
Hablo en plural porque esto es aplicable a cualquier nivel en nuestra vida, por ejemplo: ¿hay alguien que no se considere imprescindible en su trabajo o al menos trate de hacerlo ver así? Las excepciones altruistas y generosas suelen ser escasas, y cuando ocurren, nos descubren a personas que destacaron por otra forma de ver la vida, aunque no es ese exactamente el caso del que vamos a hablar.
Hablo en plural porque esto es aplicable a cualquier nivel en nuestra vida, por ejemplo: ¿hay alguien que no se considere imprescindible en su trabajo o al menos trate de hacerlo ver así? Las excepciones altruistas y generosas suelen ser escasas, y cuando ocurren, nos descubren a personas que destacaron por otra forma de ver la vida, aunque no es ese exactamente el caso del que vamos a hablar.
En la Europa del siglo XV, las monarquías del momento eran un claro ejemplo de lo mencionado, buscaban eternizarse a lo largo de los años dejando los reinos en manos de su descendencia. Las luchas de poder, guerras, matrimonios de conveniencia de los que nacían nuevos países, conspiraciones y ultrajes eran perfectamente válidos para seguir al frente, todo estaba permitido. Uno de nuestros reyes más famosos, Fernando el Católico, no estaba exento de estas costumbres, aunque hay que reconocer que quizás fue un adelantado a su época, pues su estrategia de unión de territorios, empezando por Castilla y Aragón, la pacificación con otras potencias europeas y su política matrimonial sentaron las bases de lo que hoy es España.
Sin embargo, las sucesivas muertes y enfermedades de sus hijos, así como el fallecimiento de Isabel la Católica hicieron peligrar todo lo que había “construido”. Llegados a ese punto, se puso otra vez manos a la obra, es decir, se volvió a casar, esta vez con una joven adolescente llamada Germana de Foix. Por descontado, Germana no era una simple muchacha de 17 años, sino que era sobrina del rey de Francia, lo que aseguraba nuevas posesiones territoriales a la descendencia que Fernando tuviera con ella, el reino de Nápoles y el de Jerusalén, de hecho Juan Carlos I tiene el título de Rey de Jerusalén.
A pesar de los achaques de su avanzada edad, pues con 53 años en aquella época ya se era prácticamente un anciano, Fernando tuvo un hijo de su nueva relación. Desgraciadamente, éste murió a las pocas horas de ver la luz. Empeñado en su actitud procreadora y ante la falta de éxito, se encomendó a los remedios estimulantes de la época para prolongar su estirpe monárquica.
Por aquel entonces se utilizaba la cantaridina como supuesto afrodisíaco, un compuesto obtenido de algunas especies de escarabajos. Su teórica capacidad estimulante estaba asociada a las propiedades eréctiles que confería al ingerirla, pero que en realidad provenían de la intensa irritación de la uretra que ésta producía. Es decir, lo que se denomina priapismo, no me extenderé demasiado en esta faceta y dejaré a los curiosos que indaguen por su cuenta en las aventuras y desventuras del semidios griego Príapo.
La cantaridina se obtenía de unos escarabajos pertenecientes a la denominada familia de los meloidae, denominados coloquialmente "aceiteros" y "cantáridos”. Estos escarabajos poseen altas concentraciones del citado compuesto en su cuerpo, que utilizan a modo de defensa tanto directa como indirectamente. De manera indirecta porque el osado animal que se los coma se expone a la muerte por envenenamiento. Puede incluso acabar con grandes animales que accidentalmente lo ingieran, sobre todo si no son capaces de vomitar como les ocurre a los caballos.
Otros aceiteros son más atrevidos y directamente expelen un líquido irritante que puede causar ampollas en la piel. Este es el caso del escarabajo denominado científicamente Meloe majalis, el sobrenombre de aceitero deriva de la secreción oleosa color marrón que éste exuda cuando se ve amenazado. El poder abrasivo de dicha secreción, rica en cantaridina, era utilizado tradicionalmente para curar verrugas y otras afecciones cutáneas de hombres y animales, de ahí que otro de sus nombres sea “curita”, algo que se reafirma por el marcado color negro asociado al sacerdocio.
Lo cierto es que los curitas son unos insectos tremendamente extraños: escarabajos sin alas, de movimientos reptantes y torpes, y que a la mínima despiden el mencionado líquido aceitoso, que, para más inri, resulta que es su propia sangre, esto es lo que se conoce en el mundo animal como una sangría refleja. Para rizar el rizo, estos coleópteros presentan una de los ciclos de vida más extravagantes del mundo de los insectos, con lo que se denomina una hipermetamorfosis compleja: no se conforman con reproducirse y poner huevos como hace todo insecto que se precie, sino que de éstos salen unas primeras larvas llamadas triungulinos, que lo primero que hacen es subir a una flor con el objetivo de esperar a una abeja. Cuando ésta llega se sujeta a ella con unas pequeñas garras para ser trasportada al panal. El triungulino buscará una celdilla donde exista un huevo de abeja, se lo comerá y cambiará de forma nuevamente para hacerse pasar por larva de abeja. Allí vivirá en la celdilla y dejándose alimentar de miel y polen por las abejas, cambiando de forma sucesivamente hasta alcanzar el estado adulto en el que saldrá del panal. A nadie se le ocurrirá importunarle, pues podría expeler la cantaridina y dejar “frita” allí mismo a más de una abeja.
Volviendo a la citada sustancia y al sufrido rey, lo que Fernando no sabía eran los efectos secundarios que aquel consumo le iba a ocasionar: hipotensión, retención de líquidos, y una lesión renal que lo dejaría casi postrado sin poder caminar. Aún así, como dije anteriormente, somos capaces de todo con tal de perpetuar nuestro legado, y el rey siguió insistiendo con el afrodisíaco a costa de su salud, lo que terminaría costándole la vida sin que finalmente tuviera la recompensa de un nuevo heredero, y el reino quedó en manos de su primogénita con Isabel: Juana la Loca.
Verdaderamente, aquel primer esbozo de la actual viagra no era otra cosa que un veneno, no en vano su uso decayó por el gran número de intoxicaciones y muertes que produjo. No obstante, siglos más tarde, volvería a resurgir en la corte francesa del siglo XVIII con los llamados caramelos Richelieu o en francés “pastilles Richelieu”. Al parecer, el famoso cardenal, los administraba supuestamente a sus amantes o a las cortesanas de Luis XV. Incluso el conocido Marqués de Sade tuvo alguna relación posterior con estos caramelos.
Así pues, hubo un momento de la historia, en el que el destino de nuestro país estuvo en manos de unos escarabajos, ya que de haber tenido éxito el “cóctel revitalizante” que se tomaba Fernando, hubiesen sido otros los territorios y reyes posteriores. Quién sabe lo que hubiera sucedido entonces con este monárquico país.
Escarabajos aceiteros por Kamereon se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported.
Basada en una obra en www.almabiologica.com.
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Hola Kamereon. He dado con este blog de pura casualidad ya que nos interesa sobre todos los temas mineralógicos. He visto que has escrito acerca del cerro del imán y de los cuarzos moriones y me gustaría poder tener más datos, sobre todo localizaciones y paragénesis. Da la casualidad además que mi mujer y su familia son de tu pueblo por lo que pasamos mucho tiempo por allí. Me gustaría poder intercambiar datos contigo. Mi correo es erjn1@telefonica.net. Me llamo Javier. Un saludo
ResponderEliminarEn Huelva también les decimos curitas, cuando eramos pequeños les tirabamos escupitajos porque decíamos que se suicidaban si les acertábamos de lleno.
ResponderEliminarCierto Alvaro, una leyenda parecida también circula por aquí. Es evidente que también de pequeño experimenté con ella, y aunque no murieron, si se quedaban parados un buen rato, supongo que limpiándose de aquel acto escatológico, jeje.
EliminarLas cosas que hace uno de ...
Muy interesante tú disertación histórica a cuenta de los curillas.
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