sábado, 14 de diciembre de 2013

LLuvia de sapos


Si tuviésemos que dar una definición de la meteorología podríamos decir que consiste en la ciencia que estudia el estado del tiempo, la atmósfera y en particular los fenómenos que en ella se producen. Actualmente se trata de una disciplina cada vez más precisa y los ancestrales errores del hombre del tiempo ya casi no tienen lugar, pues los satélites meteorológicos han acabado con ellos. En contraposición a la entrometida capacidad predictiva, la meteorología parece haberse rebelado imponiendo lo que el sentir generalizado a dado en denominar como “el tiempo está loco”, y tan pronto hace una temperatura veraniega como pueden caer copos de nieve cuando no lo hace desde décadas atrás.

Así pues, las fuerzas de la naturaleza se han desbocado últimamente, siendo cada vez más frecuente que un pequeño tornado pase por alguna población cercana a nuestra región causando algún que otro destrozo, o que en ocasiones caigan del cielo trozos de hielo de hasta 7 kg de peso por toda la geografía española como sucedió hace diez años. Y que decir del azote de lluvia que nos ha sobrevenido este año, con la aparición incluso de un fenómeno tormentoso denominado ciclogénesis explosiva, que se formaba justo mientras redactaba estas líneas.

Ciclogénesis del 27/02/10 (imágen de www.meteogalicia.es)
Una tormenta que se forma muy rápidamente

Particularmente pienso que, o mucho cambia todo o así de extraña será la meteorología que nos deparará este nuevo milenio, especialmente cuando el medioambiente se ve sometido de forma continua a multitud de agresiones.

Otros muchos fenómenos excepcionales han tenido también lugar en el pasado, de los cuales hay uno que no podemos dejar de mencionar por lo curioso del mismo: las denominadas “lluvias de animales”, elemento que a priori no tendría cabida en la ciencia meteorológica, aunque si atendemos a la definición exacta de la misma, no deja de ser un evento que sucede en el ámbito atmosférico. Este hecho excepcional, podría parecernos en primera instancia un suceso poco menos que fantasioso, pero si observamos la multitud de testimonios acontecidos a lo largo de la historia y a los registros efectuados en prensa, no queda más remedio que considerar que en todo el asunto hay algo más que una simple invención.

Ilustraciones en papiros egipcios, la Biblia y algunos escritos griegos ya hacían las primeras menciones de sorprendentes hechos en los que animales caían del cielo, por lo general ranas o peces. Pero no hace falta irse muy lejos, ni en distancia ni tiempo, para encontrar algún que otro caso. Por ejemplo, en 2007 miles de pequeñas ranas en llovieron en El Rebolledo (Alicante), y un año después peces y ranas cayeron en otra población a menos de 80 km. Casos como estos se cuentan por doquier en todo el mundo, en algunos lugares de forma repetitiva, como en Yoro (Honduras), donde según parece anualmente sus habitantes suelen aguardar una sustanciosa lluvia de peces.

André-Marie Ampère
Ni que decir tiene que durante siglos estos temas fueron atribuidos a imaginativas teorías o en todo caso negados rotundamente por los científicos de cada época. Un adelantado a su tiempo, André-Marie Ampère, físico y matemático francés de principios del XIX, célebre por sus relevantes aportaciones al estudio de la corriente eléctrica y el magnetismo (por algo la corriente se mide en amperios), ya propuso una explicación razonable en la que postulaba que la acción de vientos violentos podía capturar y desplazar a grandes distancias a ranas y sapos.

Si bien Ampère no recibió todo el apoyo esperado de los científicos de su época, su explicación ha sido corroborada en la actualidad, y se materializa físicamente en los ya mencionados tornados y trombas marinas, cuya fuerza ejercida por la velocidad del viento unida al efecto de succión creado en su interior, son capaces de aspirar el contenido de charcas y otras superficies acuáticas, transportando a sus inquilinos en un improvisado e incómodo vuelo sin retorno asegurado cual compañía aérea de bajo costo.

Trombas y tornados someten a esta tesitura a los protagonistas del artículo de hoy, pues en sus etapas infantiles se encuentran aglomerados por miles en pequeñas charcas tras la puesta de huevos y cumplen a la perfección los requisitos exigibles para embarcar: poco peso y nada que facturar.

Al margen de los sobrecogedores efectos que puede tener el ver llover animales, el hecho de que éstos sean en algunas ocasiones pequeños sapos hace aún más turbadora la situación, ya que por el motivo que sea, estos animales genéricamente han formado parte de la lista negra de animales repulsivos del ser humano.

Un sapo corredor que encontré medio enterrado
hibernando en una oquedad del suelo
No cabe duda de que su aspecto verrugoso no es precisamente su mejor aliado, a lo que hay que unir el resto de su físico: piel resbaladiza, ojos saltones y cuerpo rechoncho. Además, es frecuente toparse con él fuera del agua, ya que sólo requiere de ésta para reproducirse, por lo que cualquier atisbo de estilismo que pudiese existir queda borrado por completo al verlo caminar. En el caso concreto del Bufo calamita o sapo corredor, sus andares son completamente grotescos, pues al contrario que el resto de batracios, levanta los cuartos traseros para caminar adquiriendo una pose parecida a la de un velocista de 100 metros en posición de salida, de ahí su nombre común (corredor) y su apellido científico (calamita=calamidad), pues de velocidad sólo tiene la pose para la foto.

También corren sobre él numerosas leyendas: desde que su saliva provoca calvicie, absurda afirmación también atribuida a las salamanquesas, hasta una ridícula capacidad vengativa si se les hace daño. A todo ello hay que unir su vínculo al mundo de la brujería, no sólo en el ámbito de la ficción sino en el culto real existente desde tiempos inmemoriales, siendo uno de los animales predilectos asociados al mismo. Amistades un tanto peligrosas para nuestro amigo, pues siempre será un potencial ingrediente para cualquier poción o brebaje que se precie.


Pequeñas crías de sapo
Un aspecto cierto que quizás haya influido en todo lo anterior es su capacidad tóxica. La piel de los sapos está equipada con multitud de glándulas que segregan sustancias irritantes y venenosas, las dos más grandes son las parótidas y forman una gran protuberancia detrás de cada ojo. El veneno es usado como elemento de defensa contra sus depredadores, y para el hombre sólo es tóxico si entra en el flujo sanguíneo o a través de las mucosas en ojos y nariz o por la boca.

Mi experiencia me dice que efectivamente hay que tener cuidado, ya que en cierta ocasión, en mis correrías juveniles campestres, atrapé con la mano un pequeño sapo que no tuve más remedio que soltar a los pocos segundos cuando un sarpullido empezó a recorrer mi muñeca brazo arriba. Supongo que tendría alguna pequeña herida por la que penetró algo del veneno en las venas, y aunque aquella irritación y picor no fue a más, la verdad es que me llevé un buen susto.

Más alucinante, en todo el sentido de la palabra, es el uso que se le ha dado como sustancia psicotrópica. Para ello bastaba chupar la piel de un sapo y dejar que los efectos alucinógenos de las toxinas hicieran de vehículo hacia otro mundo, un rito de iniciación frecuente en ceremonias y trances del típico chamán de tribu, o en la ya mencionada brujería.

Mantener la mala reputación para el pobre sapo no es difícil con todos estos condicionantes, que en contraposición a todo ello no es sino otro animal beneficioso por su capacidad de controlar el número insectos. Pero la fama es la fama, e incluso en los cuentos de los niños hace de figura antagonista al príncipe, tópico de la literatura infantil en el que no he querido caer en este artículo, sin embargo, atendiendo al efecto psicotrópico comentado en el párrafo anterior, ahora empiezo a entender la verdadera razón de porqué las princesas veían convertirse en príncipe a un sapo cuando lo besaban.

Me despido de la escritura por este mes dejando tranquilo al controvertido sapo, eso sí, esperando esta vez comprobar si la cliclogénesis o “tormenta perfecta” es capaz de dejar caer al suelo “algo más” que otro repetitivo aguacero de este atípico año meteorológico.


Publicado en Morón de la Frontera en febrero del 2010

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Lluvia de sapos por Kamereon se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported. Basada en una obra en www.almabiologica.com.

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