jueves, 2 de abril de 2015

La mariposa arlequín


A finales del siglo I, cuarenta o cincuenta años después de la muerte de Jesús, los evangelistas comenzaban a transcribir lo que sería la base de la religión cristina, el Nuevo Testamento. Al tiempo que esto se hacía, se originó una amplia gama de pensamientos filosóficoreligiosos relacionados con el tremendo impacto que había tenido la figura de Jesucristo. Estas doctrinas convivieron y compitieron con el incipiente cristianismo por hacerse un hueco y ganar devotos creyentes, a pesar de que precisamente no era el mejor momento para ser adepto de Jesús entre los romanos.

Muchas de estas corrientes eran en realidad una mezcla de elementos cristianos con creencias judaicas. El judío Cerintio o Cerinto fue el ideólogo de una de ellas, cuyo principal postulado sostenía que Jesús y Cristo habían sido dos seres distintos, es decir, Jesús había sido un hombre concebido de forma natural (no por el Espíritu Santo), mientras que Cristo era un espíritu que vino sobre Jesús en su bautismo y que le dejó antes de su crucifixión. Años más tarde su postura sería considerada como una herejía por la Iglesia, pero hoy en día han vuelto creencias religiosas que sostienen dicho principio. Pero en el entorno teológico, Cerintio es aún más recordado por promulgar el milenarismo, o lo que es lo mismo, el retorno del Mesías para reinar durante mil años, de hecho algunos creen que el Apocalipsis del Nuevo Testamento es en realidad obra de él, a veces asociado con el cambio de milenio. No puedo evitar hacer un pequeño paréntesis y mencionar aquí un momento estelar de TVE con el escritor Fernando Arrabal, en el que debatía en un programa de Sánchez Dragó sobre dicha creencia tras una “ligera” ingesta de alcohol.

Siglos después de Cerintio, Nils Ingemarsson Linneo, un pastor luterano entusiasta de la jardinería, se sintió decepcionado cuando su hijo Carlos se dedicó a la medicina por no tener vocación religiosa. Lo que al menos sí heredó Linneo “junior” fue la pasión por las plantas y animales, comenzando una vida dedicada a la naturaleza, mientras paralelamente ejercía el oficio médico, en su caso de especialista de una enfermedad venérea que era el azote de Europa en aquel siglo XVIII.

No obstante, las creencias religiosas de Linneo siempre estuvieron latentes y lo condujeron hacia la denominada teología natural: si la creación de la Tierra y su vida es la obra de Dios, el estudio de la naturaleza revelaría el orden divino de la creación, el trabajo del naturalista no era otro pues que construir una "clasificación natural' que desvelaría este orden en el universo. En definitiva, una demostración científica de la existencia de Dios que finalmente no consiguió. Ese fue el origen del Systema Naturae, que inspira la actual clasificación científica de los seres vivos.

Linneo también tuvo presente la religión cuando puso nombres a algunos de los animales que clasificó. De esta forma, cuando descubrió con la colorida y vistosa mariposa que hoy nos ocupa, probablemente recordó el Apocalipsis y el importante papel que juegan los colores en la narración del mismo, brindando el nombre la misma a Cerintio, de hecho a éste se le recuerda por describir el nuevo advenimiento utilizando el colorido en su discurso. La Zerynthia quedó así bautizada, siendo su apellido dedicado la diosa romana del acto de amamantar, Rumina, aunque aquí no sabría encontrar una explicación a la inventiva de Linneo.





Indudablemente la Zerynthia rumina presenta un llamativo juego de tonalidades que se mezclan en ajedrezados motivos, razón por la cual también se ha denominado mariposa arlequín. Toda una gama de colores simbólicos que, según las interpretaciones del Apocalipsis, tienen un especial significado: el blanco la pureza y victoria, el negro la desgracia y miseria, el rojo la violencia y el amarillo. En realidad estos colores le permiten advertir a sus depredadores de que son una degustación poco agradable al paladar, sabor que adquieren en su etapa de oruga al alimentarse de plantas de aristoloquia, una especie de enredadera con flores en forma de candilillos o trompetas que se utilizaba antiguamente de forma como planta medicinal analgésica y como elemento abortivo.



Su coloración sirve también para absorber mejor el calor, pues esta mariposa es de las primeras en hacer su aparición. Se las puede ver a finales de febrero revoloteando por las laderas pedregosas y calcáreas de arbustos de monte bajo. Evidentemente en esas fechas las temperaturas todavía pueden ser bastante frías, por eso estas mariposas presentan una pilosidad tan abundante.




Las mariposas arlequín o de las aristoloquias constituyen un presente natural digno de ver, más aún cuando en Andalucía disfrutamos de las más grandes de Europa, pues nuestra temperatura más cálida y las especies de plantas de esta zona les permiten crecer más. Desgraciadamente cada vez es más difícil de ver, la desaparición del hábitat e incluso las repoblaciones forestales no le sientan bien. Por eso es una de las especies de lepidópteros que se encuentra incluida en el Catálogo Regional de Especies Amenazadas, declarada con la figura de interés especial por su singularidad.

El caso es que nuestra simbólica mariposa se enfrenta poco a poco a su propio apocalipsis natural, pero en esta ocasión causada no por Dios, sino por la mano hombre, Cerintio no podría más que estar de acuerdo en ello, aunque por el momento, la arlequín sí consigue retornar para reinar en nuestros montes cada año.


Licencia Creative Commons 
La mariposa arlequín por Kamereon se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported. Basada en una obra en www.almabiologica.com.

No hay comentarios:

Publicar un comentario