viernes, 9 de marzo de 2012

La ley de la cigüeña


Hace algo más de 9 años asistí a una conferencia en la que, el hasta hace poco tiempo Director General de Sevillana Endesa, José Antonio Martínez, hizo una ponencia sobre los retos futuros de la actividad de distribución eléctrica.

Entre los desafíos a acometer, se hallaba el asegurar el suministro a la cada vez más creciente demanda de energía eléctrica, al tiempo que se debía mantener la calidad del servicio ofrecido. Esta última cuantificada entre otras cosas por un sucedáneo del número y duración de lo que coloquialmente en el mundo vecinal es conocido como “¿niña, se ha ido la luz?”.

En cuanto a los cortes eléctricos, al margen de los fallos técnicos inherentes a la propia aparamenta eléctrica, las causas de los mismos son muy variadas; rayos, caídas de árboles, temporales de viento o excavadoras que cortan un cable subterráneo, son incidentes más frecuentes de lo que en principio podría parecer. Aunque sobre ellos hay uno que destaca y acapara hoy nuestra atención; las colisiones y electrocuciones provocadas por aves. A este respecto, las empresas eléctricas también se encontraban ante otro gran elemento en alza de nuestra sociedad, la cultura medioambiental y el desarrollo sostenible, encaminada en este caso particular a la protección de la avifauna.

Y fue, llegado a ese punto de la exposición, cuando la cigüeña tuvo su particular momento de protagonismo. Desde que en las décadas de los 70 y 80 se iniciaran los primeros planteamientos en la protección de aves, los esfuerzos técnicos y económicos de las compañías eléctricas habían ido redoblándose con el tiempo. Fueron muchos los experimentos y estudios para tratar de evitar la construcción de los enormes nidos de cigüeñas en las torres eléctricos, algunos de hasta media tonelada de peso: mejoras en los diseños de las torres, dispositivos para impedir que se posaran, elementos señalizadores del cableado de alta tensión, etc. José Antonio Martínez enfatizó que incluso se habían construido postes adyacentes idénticos exentos de tendido eléctrico, ofrecidos como hogar alternativo, y con su peculiar sentido del humor dijo literalmente; “pero, que le vamos a hacer, estos pollos son eléctricos”, matizando que aún así preferían normalmente los postes con cableado eléctrico, desdeñando aquellos otros que les habían sido concedidos cual vivienda de protección oficial, nunca mejor dicho.

La mencionada diapositiva de la presentación del IEEE 
Para que nos hagamos una idea de su efecto, un par de años después de aquella conferencia, durante 2004, año especialmente peliagudo en Andalucía y Badajoz en lo que a cortes eléctricos se refiere, se contabilizaron 417 incidentes provocados por aves que dejaron sin electricidad a unos 650.000 clientes, lo que supuso un total de casi 738 horas de interrupción. Un aspecto de consecuencias negativas en imagen y penalizaciones que, para ser justos, no se puede ser achacable a las compañías eléctricas y que en la actualidad se encuentra de hecho en litigio. Por si acaso, mientras se resuelve la cuestión normativa, cuando ocurre algún incidente lo primero que la cuadrilla eléctrica hace es buscar ávidamente algún pobre “pollo” que haya quedado “frito”.

Lo cierto es que el reconocido exdirector puede que no estuviera exento de razón en su comentario, ya que, aunque nada está demostrado, parece que podrían ser varios los motivos que atraen a la cigüeña a construir en las torres eléctricas:

De una parte el calentamiento de los conductores eléctricos por el paso de la intensidad (el llamado efecto Joule en argot electrotécnico), cuyo calor desprendido puede ser placentero para estas aves. Por otro lado, la frecuencia de las ondas de intensidad eléctrica (en concreto la denominada del tercer armónico) provoca además una vibración del propio cableado e infraestructura eléctrica, que, aunque imperceptible para nosotros, origina un cosquilleo que podría resultar del agrado de estos singulares pájaros.

Cigüeña nidificando en un poste

También es posible que los campos electromagnéticos que producen las líneas eléctricas sirvan de referencia para localizar el nido o la zona en la que se encuentra, dado que las aves poseen un sentido que les permite detectar el electromagnetismo terrestre para hacer sus migraciones.

Las cigüeñas se reunen para ver la puesta de sol
Instantes después yo provoqué sin querer esta desbandada

Indudablemente los pollos actuales son eléctricos, pero la cigüeña siempre ha estado inmemorialmente ligada al ámbito humano, y no sólo eso, sino que ha sido considerada como símbolo de la buena suerte y ejemplo a seguir.

Son muchas las leyendas que revolotean en torno a ella, sin lugar a dudas la más conocida de todas corresponde a la caprichosa procedencia parisina de los recién nacidos. Tradición cuya principal utilidad consiste en sacar de apuros a padres primerizos ante los cándidos interrogatorios de una prole de supuesto acento gabacho (es esa o la opción de la semillita). Lo curioso del caso es que el mito es común en la práctica totalidad de los países de Europa, perdiéndose en el tiempo sin que podamos adivinar cual es su origen exacto, pues cada nación tiene su propia versión.

Lo que sí parece tener una explicación razonable es el sentimiento positivo que despiertan. En primer lugar porque su llegada coincide con el buen tiempo en primavera, lo cual era considerado un signo de buen augurio. A lo anterior hay que unir sus costumbres antropomórficas, ya sea en cuanto a emparejamientos duraderos que pueden durar toda la vida (la cigüeña puede vivir hasta 70 años) como por el cuidado extremo que profesan a sus crías; relevándose macho y hembra en la incubación, trayendo comida a lo polluelos, protegiéndolos de la lluvia con sus alas totalmente a la intemperie o intentando darles sombra en plena canícula estival. Recientes estudios han verificado también que la fidelidad conyugal no es totalmente incondicional, por lo que a veces surgen disputas matrimoniales, lo cual no viene sino a confirmar otra similitud más hacia el comportamiento humano. Por otra parte, está comprobado estadísticamente como el número de nacimientos de nuestros bebés en los meses de buen tiempo se incrementa. No es de extrañar por tanto que, de toda esta asociación de ideas, surgiera el mito.

Cigüeñas antes de la migración

Así pues, desde época romana se creía que era una enviada de los dioses y estaba considerada como un ave sagrada. Estuvo por ello dedicada a la diosa Juno, divinidad que entre otras cosas cuidaba justamente del alumbramiento y los recién nacidos. Era tal la consideración que los romanos tenían a la cigüeña, que estos promulgaron la Lex Ciconaria (Ley de la Cigüeña), por la que se obligaba a los hijos a cuidar a sus padres ya ancianos, ya que se creía que las cigüeñas así lo hacían también.

Una evidencia más de la deferencia hacia ellas es el hecho de que nunca hayan sido consideradas como plato gastronómico. Cosa que siempre ha sido así con excepción de una breve época en la que, la excentricidades culinarias propias del declive romano llevaron a un tal Cayo Sempronio Rufo a suscitar su consumo. Moda impopular que a la postre le costó la elección a cónsul al que fue llamado por el pueblo “cocinero de cigüeñas Rufo”.

Hoy en día el respeto y protección a estas aves sigue patente y en auge. Afortunadamente las líneas de investigación para prevenir los accidentes eléctricos han venido evolucionando desde aquel entonces y las inversiones de las eléctricas son millonarias al respecto. Para ello, no han escaseado tampoco las reuniones entre técnicos y altos responsables de las compañías eléctricas, encaminadas a plantear soluciones alternativas a la construcción de nidos en los postes. Cónclaves en los que en alguna ocasión se llegó incluso a debatir sobre la operativa excretora de la cigüeña. Aspecto que, aunque fue controvertido en aquel instante por la forma literal de expresarlo, al no utilizar precisamente la expresión empleada en este artículo, no es para nada baladí, ya que este animal utiliza sus excrementos a modo de argamasa para unir las ramas de los cimientos del nido.

En contraposición al auge de respeto y protección hacia el animal que nos ocupa hoy, los valores humanos entre padres e hijos están en completo declive. La ley de la cigüeña y otras muchas no escritas casi han desaparecido, y la libertad de nuestra sociedad ha dejado de ser tal para convertirse en un libertinaje decadente, curiosamente igual que les pasó a los romanos. Quizás deberíamos hacer como las empresas eléctricas: invertir a conciencia en la búsqueda de alternativas en la construcción del nido moral en el que se educan nuestros hijos.

"Dedicado a mi hijo Pablo de 6 años, lo que más quiero en este mundo, al cual espero ser capaz de inculcar los valores realmente importantes de la vida."

Licencia Creative Commons
La ley de la cigüeña por Kamereon se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported.
Basada en una obra en www.almabiologica.com.

2 comentarios:

  1. Bonita forma de expresar la necesidad de aferrarnos a nuestros pollos antes de que vuelen que seria como la ley de la cigüeña inversa

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  2. Felicito efusivamente a los autores o autor de los magníficos comentarios; por acertados y por lo bien escritos están literariamente.

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