Este año me he dejado llevar por la fascinante mitología nórdica. De la mano de Wagner y su principal obra épica, El anillo del nibelungo, viajé semanas por el mundo de los dioses hasta llegar al patio de butacas y poder ver Sigfrido.
Impactado por mi primera ópera, no pude quedarme ahí y necesitaba conocer más cosas de aquellos seres y sus intrigas, enfermedad ésta la mía en la que necesito saber cada vez más sobre algo. Sobre el tema concreto, se ve que antiguamente las novelas y teleseries escaseaban, para paliarlo no faltaban este tipo de historias que pasaban de boca en boca.