sábado, 20 de octubre de 2012

Monarquía absoluta en el hormiguero



Cuando observamos a los animales, solemos sorprendernos de sus extrañas y singulares costumbres, de sus cualidades atléticas o de su capacidad de supervivencia en ambientes hostiles. Sólo hay una cosa que nos llama aún más la atención, el hecho de que alguno de ellos presente un comportamiento parecido al humano.

Y si hay algo que caracteriza al hombre es su comportamiento social, vivimos en un mundo que no se comprende sin la relación con nuestros semejantes. Son muchos los referentes de organización en sociedades que podemos encontrar en el reino animal, sobre todo en los mamíferos, aunque a lo sumo suele ser siempre de unas decenas de individuos, incluso en el caso de las abejas los enjambres tienen sus limitaciones. Así que, si buscamos una superestructura social que alberge a miles de individuos (en algunos casos hasta 100 mil), ineludiblemente debemos fijarnos en las hormigas.

En el hormiguero, la organización por castas es característica, y es similar a la de sus parientes más cercanos avispas y abejas, dado que hormigas y abejas evolucionaron de las avispas. Las castas del hormiguero están integradas en su mayoría por hembras, cuya principal representante es la madre reina, progenitora del resto de las hormigas de la colonia. Las obreras (todas ellas hembras) son el grupo más numeroso y sostienen el devenir del hormiguero realizando todas las tareas, las más jóvenes se quedan en el interior para las labores domésticas del nido y las mayores salen a la recolección de alimentos. Aquellas obreras con las mandíbulas más grandes y de mayor tamaño son conocidas como soldados, entre otras cosas porque se encargan de la defensa de la ciudad, aunque ante cualquier ataque la reacción de todo el hormiguero es inmediata.

Llegado el invierno ellas mismas taponan el hormiguero

Los llamados “aluines” son los únicos machos del hormiguero. Junto a las alúas (las futuras reinas) permanecerán ocultos bajo tierra hasta el momento del vuelo nupcial. Ellas son las únicas castas con alas, precisamente alúa proviene de aluda (con alas). La eclosión aérea de la “nobleza” hormiguera inunda el cielo de machos y hembras apareándose, en una especie de baile nupcial propio de Disney Pictures, momento que es interrumpido por los malos de la película, que en forma de gran cantidad de aves aprovechan para darse un festín con ellas. Esta apetencia de los pájaros, ha sido aprovechada por el hombre a usar las alúas como cebo en las nefastas “costillas”, que han esquilmado nuestros campos de cientos y cientos de los conocidos pajaritos, que en la época de la “jambre” constituían un elemento más en la pobre dieta de nuestros abuelos, pero hoy en día no son más que un infausto manjar. Afortunadamente, poco a poco se ha ido tomando conciencia de estas cosas, aunque todavía se siguen viendo hormigueros destrozados con el fin de extraer a las alúas para las citadas trampas.
Fiestas nupciales en el hormiguero

La alúa (grande) y el aluin (más pequeño)

Precisamente en esta época suelen hacer su aparición las alúas, aguardando las lluvias que separan el verano del otoño, ya que esperan a que el terreno se reblandezca para poder excavar un nuevo nido después de aparearse y quitarse las alas. El pobre aluin sin embargo tiene las horas contadas, se aparee o no morirá en una pocas horas. Se iniciará así un largo reinado en un régimen parecido a una monarquía absoluta, en la que el centro de todo es la realeza.

Una alúa fecundada en el momento de excavar un nuevo reino

Otra característica de las hormigas es su oportunismo, al igual que el hombre son capaces de aprovechar cualquier ventaja alimenticia que les ofrezca el medio. Con la salvedad de que comparativamente la hormiga es mucho más fuerte y resistente: una hormiga a escala humana sería capaz de correr los 1.500 metros con una magnífica marca, pero llevando encima además una carga de 250 kg.

El día que se pongan de acuerdo y distintos hormigueros no compitan mutuamente, deberíamos empezar a preocuparnos, no en vano en el mundo existen unas 170.000 hormigas por cada persona. Y aunque parezca ficción, esta invasión ha comenzado recientemente: existe una especie de hormiga proveniente de argentina que se está extendiendo por todo el mundo, con la particularidad de que fuera de su hábitat original, los distintos hormigueros no pugnan entre sí por el territorio, sino que forman una supercolonia interconectada a lo largo de kilómetros y kilómetros.

Actualmente hay ya una colonia que se extiende desde Italia hasta la costa atlántica del sur de España pasando por Francia, en total más de 5000 km de hormigueros que colaboran entre sí como uno sólo. También la costa californiana y australiana se está viendo afectada por esta plaga, que además de aniquilar a las hormigas autóctonas y a otros artrópodos, se dedica a la cría de pulgones de los que obtiene sustancias azucaradas que éstos extraen de las plantas, lo cual a su vez puede constituir otra plaga. A veces las podemos observar por nuestra casa y no tienen ningún pudor en asaltar la cocina (mesas, estantes o cubo de basura) ante el más mínimo rastro de comida que hayamos dejado a su alcance.

La clave para que existan estas superpoblaciones millonarias estriba en la genética, ya que todas las hormigas asentadas fuera de Argentina descienden de unos pocos individuos y tienen por tanto una altísima semejanza en sus genes. Si cogiésemos una de estas hormigas de la zona italiana y otra gaditana, se reconocerían como hermanas y colaborarían como tales.

De esta manera, los pequeños reinos que constituyen cada unos de los hormigueros se unen entre sí formando un extenso imperio. Por otra parte, al contrario que en otras hormigas, puede existir más de una reina produciendo huevos en un mismo nido, con lo que el crecimiento del mismo resulta mortífero para el entorno. Pero es más, las futuras reinas copulan dentro del nido, y al no realizar vuelos nupciales la probabilidad de supervivencia de las reinas es infinitamente mayor.

Esto es lo que ocurre a veces cuando una especie foránea se introduce en un ecosistema. No obstante, no deben pagar justos por pecadores, pues, salvo excepciones, el resto de hormigas no son dañinas para nuestro entorno. Todo lo contrario, casi podríamos afirmar que si no hubiese hormigas no existiría el hombre, ya que realizan una labor fundamental en el ecosistema como depredadores de otros muchos insectos. Así llevan conviviendo con nosotros en armonía toda una existencia, algunas más de lo que creemos, pues las hormigas reinas pueden vivir más de 25 años (según la especie), todo un record en el mundo de los insectos. Claro que, para ello, su majestad no deja de recibir todas las atenciones posibles.


"Dedicado a la memoria de mi abuelo, cuando era un crío las caminatas por el campo junto a él contribuyeron un poco más a despertar mi curiosidad por los animales"

Publicado en Morón en octubre de 2006

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