lunes, 23 de julio de 2012

En busca del nido perdido (Búho Real III)



Cuando hace unos meses escogí el búho como objetivo de mis artículos, no sabía a donde me llevaría el devenir lingüístico del escrito ni mucho menos el aspecto vivencial con el que intento acompañar cada relato. En esa ocasión puedo decir que lo segundo parece haber superado cualquier expectativa, y no sé si estaré a la altura de la experiencia ahora que lo traslado al “papel”.

Muy poco sabía de este animal, su altivo porte lo ha situado como símbolo del conocimiento y lo ha llevado a veces a confundirlo con el acompañante de Minerva, diosa romana de la sabiduría, aunque en realidad ese honor corresponde a un primo hermano de menor tamaño; el mochuelo. Pero el búho real es algo más que un signo de la buena fortuna.

El "mochuelo" de Minerva 
en el euro griego

Hasta este año, mi contacto con ellos había sido muy escueto, salvo en un par de ocasiones de las que hace ya bastante tiempo. La primera de ellas sucedió, cuando entraba en una pequeña alameda en medio del monte, en la que vine a tropezar con un búho real que dormitaba a la entrada de la misma prácticamente a la altura de mi cabeza. En aquella época las cámaras de fotos no estaban muy extendidas que digamos, ni mucho menos llevaba un móvil con cámara. De hecho, no existían prácticamente y la única comunicación inalámbrica parecida que había visto aparecía en las primeras emisiones de antológicas series televisivas como “El coche fantástico” o “El equipo A”. Así que háganse una idea de la época a la que me remonto.

Aquel búho me dejó impresionado, no había visto uno real nunca, ni en el sentido soberano de la palabra ni en el físico, y, como la tecnología de la época no estaba a la altura de las circunstancias, tuve que limitarme a retener aquella impresionante estampa en la memoria.

Conocedor del gran oído que poseen estos animales, esperaba que despertase en cualquier momento, pero me aproximé tanto como la prudencia quiso dejarme, no más allá de un par de metros. Estaba realmente dormido, no en estado de alerta, pues no hizo movimiento alguno ni ladeo la cabeza conforme me acercaba desde el lateral hasta situarme de frente. Tras un rato observándolo, di una fuerte palmada que le hizo abrir sus amarillos ojos. Sorprendido al verme allí y recomponiéndose del susto, salió esquivándome por donde pudo.

Fue entonces cuando mostró su verdadera talla, alcanzando el metro y medio o más de extremo a extremo de ala. El búho real es la mayor de las rapaces nocturnas y puede llegar a los 1,7 metros de envergadura.

Uno de los búhos adultos de este año

Poco tiempo después, yendo en coche por la misma zona, observé a otro planeando a baja altura siguiendo la carretera, justo delante del coche. Desde entonces no he visto uno, hasta el aluvión de encuentros de este año. Ha sido en los primeros meses del año cuando la eventualidad me hizo dar con uno de sus nidos, y a partir de ahí he sabido reconocer cómo y dónde anidan estos pájaros, hasta encontrar varias nidadas.

Aquel encuentro inicial fue una sucesión de sorpresas, en primer lugar por el sobresalto que me causó la hembra al salir, aguantando hasta que involuntariamente estuve casi encima. Los dos polluelos recién nacidos elevaron la euforia a su cota más alta, pero tras la misma, pude observar sorprendido como el nido no era más que una especie de cazoleta en el suelo, al borde de la pared del tajo y sin ningún material de construcción. Los pequeños búhos presentan un plumaje blanco, que pasa a gris en diez o doce días, y a las tres o cuatro semanas son los suficientemente grandes para el anillado, por lo que pasado ese tiempo fuimos a “etiquetarlos”. Llegado ese momento, la frustración fue mayúscula, ya que el nido se encontraba vacío.
Los dos malogrados pollos del primer nido

Aunque estas rapaces se encuentran en la cúspide de la cadena trófica, siendo capaces de acabar hasta con cervatillos y zorros, es posible que alguno de estos últimos pudiese depredar el nido. Sin embargo, el mayor enemigo de este ave nocturna somos nosotros mismos, incluso existe una especie de mercado negro en el que se trafica con estos animales. Es más que probable, por el sitio en que se encontraban, que ese fuese el destino de aquellos dos pequeños.

Las penas y multas se han endurecido para el expolio, pero al parecer no deja de haber desaprensivos que todavía van más allá. En mi periplo en busca este animal, mi padre me contó como tiempo atrás había observado a uno de ellos cruzar la carretera con una serpiente retorciéndose en las garras. No tardé en encontrar esa antigua nidada, pero también a las crías abatidas a puro escopetazo, el plomo en los cráneos atestiguaba tal hecho.

Uno de los jóvenes que encontré abatidos

La amenaza humana no queda ahí, y los atropellos también pueden dar al traste con muchos ejemplares, sobre todo si son noveles. Algo que he comprobado hace apenas unos días con otro hallazgo en la cuneta de una carretera. Allí, cual perito del seguro o agente de CSI Miami, intenté reconstruir el siniestro: es de suponer que el búho estaba cazando algún mamífero al borde de la carretera, la cual venía de una ligera curva y cambio de rasante a 180 m. Su puesto de ataque sólo podía ser uno de los eucaliptos del otro lado de la carretera, por lo que en el ataque cruzó la vía y se quedó mirando hacia el campo. Un pequeño despiste y los 80 ó 90 km/h a los que se circula por esa carretera hicieron el resto, pues el deslumbrado búho tuvo siete segundos desde que el coche apareció. Los daños colaterales en el vehículo, restos destrozados de la parte derecha del guardabarros, evidenciaban el fuerte impacto que habían supuesto los tres o cuatro kilos que pesa un búho adulto.
Búho real que encontré atropellado en la carretera

El hallazgo no hizo más que poner de manifiesto un presunto asentamiento en el que me había fijado un kilómetro antes de ver el malogrado cuerpo. En el mismo, he encontrado posteriormente signos de su presencia: restos de roedores, conejos y aves, plumas, posibles nidos y egagrópilas. Estás últimas constituyen los desechos no digeridos de las presas, huesos, pelo, plumas… ya que estos animales ingieren a sus presas sin apenas trocearlas, y luego deben regurgitar el “material” no digerible en forma de bolas. Este proceso requiere un esfuerzo importante por el considerable tamaño del bolo, por lo que el búho buscará un lugar en el que se sienta tranquilo para efectuar dicha operación.
Egagrópila regurgitada por un búho real

Pero no todo son noticias funestas, y, a pesar de todo, el búho real es una especie con un crecimiento estable. Su nidada suele oscilar oscila entre dos y seis huevos que tardan cinco semanas en eclosionar, lo cual depende de la abundancia de presas en el entorno. Así que no tardé en encontrar otro primaveral nido con cuatro huevos, de los que surgieron otros tantos pollos de plumón blanco.

Puesta de cuatro huevos de búho real

Los cuatro pollos recien nacidos

Sólo quince días después de mi segunda visita, los pollos ya habían mutado al gris y tenían un tamaño imponente, principalmente por el afán que macho y hembra ponían en la captura de presas, bastaba mirar la “despensa” del nido, con al menos cinco piezas entre conejos y otros roedores. Pese a ello, el cuarteto había pasado a ser un trío, pero al menos esta vez si hubo fortuna con el anillado. Los pollos eran muy tranquilos y tras colocar la anilla se quedaban acurrucados al fondo del nido. Con alguna semana más los pequeños búhos suelen salir y corretear por los alrededores, por lo que las anillas se colocaron en el momento ideal. 

El proceso de anillado con SEO
A la izquierda los tres pollos grises, a la derecha la "despensa"

Un par de veces he vuelto por el lugar y de lejos he observado a los crecidos polluelos. A estas alturas  puede que ya hayan dejado el nido. Poco a poco irán reconociendo la zona y alejándose progresivamente del lugar de nacimiento, hasta que al final del verano sean expulsados del territorio de los padres, que retomarán la crianza el año próximo, probablemente en el mismo nido dado que todo ha ido bien.

No sé si he sabido resumir la experiencia, pero a través de la misma he tratado de condensar el ciclo vital de este singular pájaro. De lo que sí estoy seguro, es que el año que viene volveré para buscar los nidos y contribuir en lo que pueda a salvaguardar esta especie, en parte embaucado por su belleza y majestuosidad, aunque creo que también influido por el grado de satisfacción que causa el poder observar un depredador salvaje de tan singular aspecto en su hábitat natural.


Artículo dedicado a El Podcast del Buho, interesante podcast al que me aficioné hace unos meses y al que me propuse hacer hacer este pequeño homenaje

Los anteriores artículos de la trilogía:
Búho Real I: Algo voló sobre el nido del ¿búho?
Buho Real II : La comunidad de la anilla


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3 comentarios:

  1. Una vez más, un artículo muy interesante e ilustrativo. Ya estoy esperando el siguiente...

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  2. Este articulo es muy bueno, es muy demostrativo y elocuente, explica todo con detalle y da muy buenos puntos de vista, me gusto mucho tu articulo, y me sirvio mucho para un ensayo que estoy haciendo en la prepa xD gracias !! :D

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  3. Mil gracias por tus palabras Danaé, comentarios así hacen que me entren ganas de escribir. Son muchas las horas que de manera altruista he dedicado a esto. Si necesitas algo puedes perdírmelo.

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