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Acostumbrados como estamos a vivir en nuestra burbuja de protección metropolitana, hemos conseguido erradicar los peligros de la fauna agreste e intercambiarlos por los de la jungla de asfalto, más peligrosos aún si cabe.
Tampoco es que nuestros campos se parezcan a la sabana africana o a una indómita región de Australia, sin embargo, escorpiones, escolopendras, víboras o culebras forman parte de los animales ponzoñosos que antaño podían acarrear cierto peligro para nuestra salud.