miércoles, 14 de octubre de 2015

El amor no tiene límites

Quizás este tema se encuentra orbitando muy en el extraradio de los aspectos habitualmente tratados en mi blog. Sin embargo, por otra parte no deja de ser un tema biológico y natural en nuestro mundo, el auténtico motor del mundo. Así que, no he podido resistirme a dejarlo inmortalizado en el blog, y aquí dejo la lectura que hice el domingo pasado en la boda de mi hermana pequeña.


Pablo de Tarso, fue un ciudadano romano nacido en los primeros años de nuestra era, en la ciudad que le da su nombre, Tarso, y que actualmente se encuentra en Turquía. Años después la muerte de Jesús experimentó un cambio radical en su vida, ya que pasó de perseguir de manera encarnizada a los cristianos, bajo las órdenes de Roma, a difundir el mensaje de Jesucristo a lo largo todo el mundo.


Sin duda, algo grande tuvo que encontrar este hombre para que cambiara de esa manera. Para que os hagáis una idea de la magnitud de la empresa que acometió, basta decir que hizo más de nueve mil kilómetros viajando por tierra y mar, más aún en las condiciones de aquella época.


Una de las ciudades que visitó fue Corinto, en Grecia, ciudad que también existe a día de hoy. En aquellos difíciles primeros años del Cristianismo, la iglesia de Corinto se encontraba un tanto perdida, y con su apoyo, les ayudó a seguir adelante. Además, no dejaba a su suerte a aquellos a los que visitaba, sino que los guiaba ante sus dudas enviándole cartas.


Este, es un pequeño fragmento de la primera carta o epístola que Pablo de Tarso dirigió a los corintios y que resume aquello que encontró en su cambio. Dice así:


“El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es maleducado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca.”


Personalmente, creo es la mejor definición que conozco del amor. Pero lo auténticamente difícil no es describirlo, lo verdaderamente complicado, es encontrarlo. De hecho más bien es algo escaso. Diría incluso que la palabra amor, o, un simple “te quiero”, es costoso hasta de pronunciar, tanto que nos suena raro, como con cierta vergüenza de decirlo. Quizás por eso, puede que haga falta que venga algún otro Pablo para recordarnos lo que es querer.


En mi caso, tengo a un particular Pablo, mi pequeño niño, y me he dado cuenta de que él posee ese, por llamarlo de alguna forma, amor verdadero. A mi hijo Pablo no le importa decir “te quiero” en cualquier momento o lugar. Sin venir al caso, sin motivo aparente, va y suelta un “te quiero papá” cuando él lo siente. Es entonces, cuando encuentro esa sensación interior que me recuerda al amor descrito antes.

Pienso, que cada uno de nosotros debe buscar su propio “Pablo”, ya sea en forma de hijo, padres, pareja o simplemente amigo. O mejor aún, más que buscar, convertirse en “Pablo” para alguien, y así, a cada cual en su ámbito y medida, hacerle sentir lo mucho que lo queremos.


A veces lo buscamos durante mucho tiempo, puede que toda la vida, pero a vosotros, Manuel, Mari Carmen, no os hace falta buscar más, pues ya lo habéis encontrado el uno en el otro. Así que ahora, cuando os digáis ese te quiero particular de las bodas, ese SÍ QUIERO, espero que desde dentro os llene ese mismo sentimiento de amor, y que éste, siempre, os acompañe.


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