martes, 11 de agosto de 2015

Anopheles, el enemigo público número 1


Ésta era la frase que podía leerse sobre el rótulo de “Wanted... vivo o muerto” en un cartel que, al más puro estilo western, aparecía en la primera escena de un curioso corto de animación de Disney del año 43.  Se trataba de una película de carácter didáctico en la que se advertía a la población de los peligros que acechaban tras el aparentemente inofensivo, aunque siempre molesto, animal que nos ocupa hoy.

Ciertamente el espécimen de este artículo no se encuentra entre nuestros preferidos, pero después de haber repasado ya una buena parte de la fauna más recóndita de nuestra localidad, me he visto en la disyuntiva de pasar o no al lado oscuro del reino animal. Esto, que quizás pueda parecer una exageración, máxime si releemos el título del artículo, no está tan lejos de la realidad cuando comprobemos los hechos delictivos en cuestión.

Antes de seguir, hagamos un pequeño ejercicio de reflexión y, a modo de rueda de reconocimiento policial, imaginemos cuáles son los animales más peligrosos de este planeta. Pensemos en diez de ellos y seguidamente veamos cuántos hemos acertado.

Dejando a un lado el ser humano, que indudablemente ocuparía el primer puesto y estaría fuera de categoría, un conocido programa de documentales ya hizo una vez su propia clasificación. Así que, sin más dilación y de menos a más, presentemos el top ten de animales más mortíferos:

En el puesto número diez, desde la selva tropical americana, las ranas dardo, unas ranitas de colores chillones que tienen en su piel suficiente veneno para matar a diez hombres de una tacada. En el noveno, el búfalo cafre africano, al que su gran tamaño y habitual mal carácter lo hacen bastante peligroso. En el octavo, el oso polar, la especie más grande y carnívora de osos ya empieza a meter algo más de miedo.

Por ahora pocos aciertos, ¿verdad? Por fin en el séptimo y sexto aparecen respectivamente el cocodrilo y el tiburón blanco. En el quinto vuelve a sorprendernos el elefante, que en estado salvaje causa un gran número de muertes al año. El león, en el cuarto, no podía dejar de estar. En el tercero nos sorprende la presencia de las llamadas medusas cubo de Australia, que poseen el veneno más letal de la tierra y llevan a sus espaldas un buen número de "crímenes". Y en el puesto número dos la cobra, responsables de la mayoría de las cincuenta mil muertes anuales por serpiente.

Particularmente pienso que el tigre, el mayor carnívoro del planeta, falta en la lista, pero su escaso número lo hace perder puestos. También el hipopótamo, que, por su territorialidad y en contra de su bonachón aspecto, causa en África más muertes que ningún otro animal no venenoso. ¿Pero cuál es el primero entonces? Sigamos la pista de los acontecimientos:

Al acusado se le vio por primera vez en su juventud chapoteando en el agua, por entonces era sólo una larva salida de un huevo y no causaba daño alguno. Vivía buceando, desplazándose con movimientos espasmódicos para alimentarse de algas o microorganismos, cualquier recipiente o remanso de agua le vale para desarrollarse. Frecuentemente tenía que situarse en paralelo a la superficie del agua para poder respirar, lo cual hacían a través de su abdomen.

Diez o doce días después cambió su forma y se convirtió en “pupa”. Con una forma parecida al signo gramatical de la coma, en su interior se está gestando la metamorfosis final de éste animal. Una pista más; a estos estados previos de larva y pupa se les conoce coloquialmente como gusarapos.

Más tarde, la pupa se situó en la superficie del agua y se abrió. De ella emergió nuestro imputado, que no tardó en salir volando para dirigirse a la vivienda más cercana. Allí esperó pacientemente a que la noche llegara, y, actuando con total premeditación, nocturnidad y alevosía, cometió el acto delictivo. A la mañana siguiente ya había se había esfumado, pero las pruebas eran evidentes; el escozor e hinchazón eran patentes en su víctima.

Otro dato adicional, es que la causante de la fechoría es una hembra, pues lo machos prefieren alimentarse del néctar de las flores, mientras que ella necesita una fuente de proteínas como la sangre para desarrollar los huevos de los que saldrá su futura progenie.

A estas alturas ya deberíamos saber de quién estamos hablando, pues las pruebas incriminatorias acusan directamente a un único insecto. Al margen de los cargos mencionados, habría que añadir otros como la reincidencia, el ensañamiento y diría que la tortura incluso. Acaso no lo es  el hecho de que, a las tres de la mañana, el inculpado realice tres o cuatro pasadas rasantes a la altura del oído para obligarnos a encender la luz. Total para nada, pues salvo contadas y aplastadas excepciones, cuyos restos quedan adheridos en la pared indefinidamente, no hay quién lo encuentre. En esos momentos de desesperación, quién no ha pensado alguna vez “¡Pícame ya, pero déjame tranquilo!”, sacando un brazo de la sábana para que el asaltante se sacie con él.

Además es difícil ocultarse, pues se guía por el calor desprendido por el cuerpo, el CO2 de la respiración y principalmente por los olores que desprende nuestra piel. En contra de la creencia popular, no hay nadie que tenga la “sangre más dulce”, simplemente el olor particular que emite esa persona lo atrae más. Como nota curiosa, el olor de los pies les atrae particularmente, de ahí que piquen mucho en los tobillos. También las embarazadas, cuya temperatura en el abdomen es 0,7 grados superior a la media sufren más picaduras.

Hasta aquí todos de acuerdo, no obstante, es todo ello suficiente delito como para catalogarlo en el primer puesto del ranking mundial. A las pruebas me remito; este animal ocasiona en el mundo unos dos millones de defunciones anuales, transmitiendo enfermedades como la malaria, el dengue y otras muchas más de efectos tormentosos que no me atrevo ni a describir. Sin duda el paso al lado oscuro de este insecto ya se ha completado.

En el caso de la malaria, el hasta ahora innombrable mosquito, tiene un cómplice criminal: un parásito denominado phasmodium responsable de la enfermedad cuyo modus operandi es el siguiente. El phasmodium habita en un enfermo de malaria, y pasa al mosquito cuando este absorbe la sangre del mismo. Más tarde, cuando vuelve picar a otra persona sana, inyecta una especie de saliva anticoagulante para poder absorber fácilmente la sangre, y el parásito pasa a través de la misma contagiando al nuevo huésped.

Actualmente la malaria está prácticamente erradicada en los países desarrollados, aunque antaño causaba estragos por nuestra zona. Como dato relevante diré que el último brote de malaria de nuestra comunidad fue sofocado en el año 64 en Huelva. No obstante, algunos científicos creen que el aumento de temperaturas del cambio climático traerá en el futuro una mayor proliferación de los mosquitos en Andalucía, y con ello las enfermedades que pueden traer. Por si fuera poco tenemos ademas una especie invasora procedente de Asia, el mosquito tigre, al cual ya he tenido el "gusto" de conocer. No se trata de crear tampoco una alarma social, pero por si acaso esta noche sacaré los zapatos del dormitorio, pondré el enchufe antimosquitos y si es posible alguna planta como la albahaca o el tomillo cuyo olor los ahuyente.

Por mi parte, el juicio queda visto para sentencia, más aún cuando, mientras escribo estas líneas, el  incorregible imputado ha vuelto a ejecutar su particular venganza sobre mí.


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Anoheles, el enemigo público número 1 por Kamereon se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported. Basada en una obra en www.almabiologica.com.

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