domingo, 28 de septiembre de 2014

Canis lupus familiaris: el perro


Más de quince mil años hace que un animal se unió al hombre de por vida, un lobo que descubrió que vivir junto al hombre podía ser fácil y rentable. Probablemente fue él mismo el que tomó la decisión de someterse para siempre, convirtiéndose así en el primer animal en ser domesticado: el perro.

Aquel inicio empezó a fraguar lo que uno y otro ha llegado a ser hoy en día. Parte de lo que somos se debe a aquel pacto, que permitió a ambos evolucionar y vivir mejor. Pero, ¿qué fue lo que hizo que especies tan distintas como el hombre y el lobo aunasen sus fuerzas?

Realmente eran el complemento perfecto, pues entre las principales características de éste animal se encuentran sus desarrollados sentidos del oído y olfato, algo de lo que los humanos adolecemos. Nuestro cerebro se centra más en la percepción visual y si me apuran en el tacto. Sin embargo, el perro podía detectar a las presas y apoyar en la vigilancia con estos otros sentidos.

Tal capacidad perceptiva se fundamenta en su elevado número sensores y un cortex cerebral, el tejido que rodea al cerebro, enfocado a estos sentidos. Para empezar, el oído es capaz de percibir sonidos de más alta frecuencia que nosotros, los más agudos, aunque también respecto a los graves tienen un poco más de receptividad.

Además, poseen la capacidad de orientar sus orejas, para lo cual disponen de hasta dieciocho músculos especializados para mover, levantar o girar estas, lo que permite localizar la procedencia del ruido mucho más rápido que nosotros y a una distancia cuatro veces superior.

Cuando se trata del olfato ya hablamos de palabras mayores, pues el perro puede llegar perfectamente a los doscientos millones de células olfativas en su nariz, treinta o cuarenta veces más que el hombre, cuya acción combinada con el cortex, le proporciona la capacidad de percibir sustancias en proporciones ínfimas.

Una de sus capacidades más conocidas es su habilidad en la detección de explosivos, drogas, rescate de personas o el rastreo. ¿Cómo puede el perro detectar cosas encerradas, envueltas y ocultas al máximo? Basta con que exista una molécula entre un millón para que el perro pueda apreciarla, será suficiente con que alguna de ellas escape y atraviese el lugar en el que se oculta.

En el rastreo, el perro es capaz de percibir nuestras pisadas. Por supuesto si llevamos zapatos la percepción se puede reducir, pero una suela de goma de un par de centímetros de grosor termina absorbiendo nuestro olor. Basta día y medio para que el olor de nuestros pies, provocado por el ácido butírico de las bacterias que viven en ellos, atraviese la suela dejando un rastro inconfundible para el perro. Obviamente algunas personas son detectadas antes que otras, incluso sin perro…

Viendo este conjunto de cualidades no es de extrañar que haya estado con nosotros desde aquel entonces. Tiempo que ha aprovechado además para cambiar de aspecto y segregarse en una sorprendente variedad racial, todo a partir de los lobos. De ahí el nombre del perro, Canis lupus familiaris, derivado del del lobo, Canis lupus.

Actualmente, la Federación Cinológica Internacional, un organismo que rige y fomenta la canofilia, reconoce trescientas treinta y siete razas de perro, siendo el animal con mayor diversidad racial del planeta. Lo cual hace que me haga una pregunta, cómo surge una nueva raza. Podríamos suponer que diversas razas vinieron de las distintas subespecies de lobo, a día de hoy hay unas trece subespecies de lobo y en el pasado es probable que más, pero ni mucho menos tantas como para que de cada una surgiera uno de ellos.

Seguramente las mezclas entre ellos originaron más variedad, lo que sí parece es que las primeras razas derivaron de la utilización para ciertas actividades, la caza, el pastoreo, etc, en las que se usaban determinados morfotipos que al final se especializaron en estos menesteres.

Grupos posteriores de razas fueron ya orientados a simples cuestiones estéticas, seleccionando algunas especies concretas que fueron mezclándose siempre de la misma forma hasta dar, generación a generación, a un mismo tipo de perro.

Un aspecto nuevo en la creación de razas, el comercial, ha hecho su aparición en las últimas décadas, enfocando la cría selectiva a nuevas mezclas para conseguir mestizajes, que aunque no sean reconocidos como razas, si hacen las delicias de la sociedad consumista.

Así ha llegado una de las últimas rarezas, en la que se ha conseguido que un perro parezca eternamente un cachorro, denominada cava-poo-chon, mezcla de cavalier-poodle-bichon. La criaturita cuesta unos dos mil euros, pero ya parece que hay listas de espera para adquirir uno.

Un último apunte respecto a mi experiencia particular con ellos. Yo solo he tenido dos perros, uno durante poco tiempo porque una casa no era el hábitat adecuado para él; un seter irlandés que se volvía loco cuando lo sacaba a la calle y que mi padre usó para la cacería un breve tiempo. Y en segunda instancia un pequeño pequinés que estuvo durante años conmigo, un animal que demostró siempre una desmedida fidelidad y cariño. Con él puedo decir que, aquello de que es el mejor amigo del hombre, no es simplemente un tópico.


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Canis lupus familiaris: el perro por Kamereon se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported. Basada en una obra en www.almabiologica.com.

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