Un rayo... que no cesa

Parece que este año verano y otoño no terminan de ponerse de acuerdo, pasando del calor extremo a fríos aguaceros sin solución de continuidad.

Estos cambios traen consigo que masas de aire con distinta temperatura terminen cruzándose, algo propio de las estaciones de cambio como son el otoño y la primavera, provocando la tormenta, fenómeno eléctrico que nos hace ver lo insignificantes que podemos ser y que siempre me atrapa visualmente.

Es algo que me llama poderosamente la atención pero a la vez impone respeto, pues el rayo en sí mismo tiene una potencia increíble; en términos eléctricos un rayo medio puede tener de dos a tres billones de watios, el equivalente a trescientas centrales nucleares. Eso sí, solo dura una fracción de segundo.

Un rayo que conseguí fotografiar hace un mes

En la universidad me tocó realizar un trabajo sobre los rayos y la influencia que podían tener en las instalaciones y líneas eléctricas. Para variar, no podía quedarme solo en las pruebas y ensayos eléctricos de alta tensión, con transformadores y generadores de rayos que los producen de forma controlada, así que me puse a estudiar el fenómeno atmosférico.

Al hacerlo, aprendí como se formaban los rayos. Es básicamente una cuestión de atracción, aquello de que los polos opuestos se atraen nunca vino mejor. El rayo se forma por acumulación de cargas positivas en un lado y negativas en otro distinto, de forma que cuando la diferencia es lo suficientemente alta, la naturaleza tiende a igualarlas, pasando negativas y positivas de un lado a otro. Esto sucede entre las nubes y la tierra habitualmente, pero a veces conectando dos nubes o dentro de una misma nube por diferencias de cargas en la misma.

Para eso hace falta un hilo conductor que permita el paso de la corriente. El campo eléctrico es tan fuerte que el aire se ioniza y crea ese canal conductor por fluyen las cargas: el rayo en sí.

La tormenta eléctrica es un fenómeno muy conocido, pero que aún sigue sorprendiendo al mundo científico. La casuística de rayos y su tipología está bastante estudiada, la ceraunología, pero no hace muchos años se descubrió un suceso adicional que ocurre durante las tormentas.

Tormenta desde la azotea de mi casa

Un rayo a lo lejos en los cumulonimbos

Otro en el momento de impactar en el suelo

Se trata de otro fenómeno eléctrico-lumínico mucho menos conocido que suele suceder al tiempo que los rayos, pero por encima de las nubes y hacia arriba. En ellos se forman gigantescas explosiones en forma de medusa que reciben el imaginativo nombre de duendes, debido a sus fantasmales formas de aspecto rojizo. Estos duendes terminan lanzados por encima de  la estratosfera cubriendo decenas de kilómetros en vertical. Rara vez los apreciaremos por su ínfima duración y perspectiva desde la superficie.

También existen otros de colores azules, en forma de chorros o descargas horizontales en la parte superior de la nube, que se denominan elfos. Todos ellos constituyen lo que se denomina destello súper-atmosférico.

La tormenta y el rayo parecen un fenómeno desbocado, sin control y desatado, pero en realidad es sólo un elemento restaurador del equilibrio, que une e iguala las cargas opuestas que poco a poco se van formando. Algo diría que aplicable a todo aspecto de la vida misma.

Los científicos estiman que hay alrededor de dos mil tormentas eléctricas rugiendo sobre nuestro planeta en todo momento, por lo que, en un pequeño símil homenaje al poeta Miguel Hernández, ahí dejo un pequeño soneto resumen:

Suceso que nunca para

chispa que a ambos besa

corazón, que se prepara

atento a otra promesa

Tormenta que se dispara

calma que después regresa

un hecho, que no separa

el rayo… que no cesa

Rugido del trueno que arrecia

lágrimas de lluvia clara

alma de los vientos presa

Sombras que la luz desprecia

noche que la luz aclara

con un rayo.. que no cesa

 
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